Una cálida tarde de agosto, me encontraba sentada con tres jóvenes rusos en el Beverly Hills Diner, parte de una cadena de restaurantes cuya chabacana decoración consiste en figuras tamaño real de Porky y de Marilyn Monroe.
Me habían invitado a sentarme a su mesa, dentro de un auto convertible verde, después de haberles hecho preguntas periodísticas sobre su país. Pero todas las conversaciones sobre Rusia desembocaban en Estados Unidos.
“Estados Unidos está tratando de cercarnos”, aseguró Kristina Donets, de 29 años, remojando un trozo de pastel de caramelo en compota de banana. “Finalmente hemos salido del caos y a ustedes no les gusta eso.”
Volver a escribir reportajes desde Rusia, más de diez años después, lo sentí como visitar a un viejo amigo. Fue ahí donde obtuve mi primer auto (que luego me robaron), donde conocí a mi marido y donde trabajé por primera vez como periodista.
Pero, por lo visto, mi amigo había cambiado.
En cierto sentido, había cambiado para bien. La gente tiene más dinero -a pesar de la reciente caída del rublo y del aumento de la inflación- y viaja más. La amable mujer que me recibió la primera vez que llegué a Moscú en 1997, lo resumió en pocas palabras: “Ya no tenemos que lavar las bolsas de plástico.” Su diminuto salario se ha cuadruplicado desde la última vez que la vi. Y ella viajó al extranjero por primera vez, en un recorrido turístico por Túnez.
Pero existe también un lado oscuro. La sociedad se ha puesto más a la defensiva y es más autoconsciente, como un adolescente que no deja de mirarse en el espejo. Los oligarcas siempre habían tenido sus planes de salida -una casa en Londres y un segundo pasaporte- pero ahora mis propios amigos están buscando las vías de escape.
Los intelectuales me señalan libros sobre Berlín en los años ’20 y el concepto de “resentimiento”, término que se refiere no sólo al resentimiento real sino también a la sensación de ser víctima, surgidos de la envidia por alguien a quien se percibe como enemigo. Suele tener sus raíces en la sensación de impotencia de la sociedad. En Berlín, en la tercera década del siglo XX, explica el ascenso del fascismo alemán. Y ahora en Rusia parece tener muchos objetivos: Ucrania, los gays, los productos lácteos de Europa y, sobre todo, Estados Unidos.
“Estados Unidos nos quiere meter la democracia a fuerzas”, se quejaba un taxista llamado Kostya en la ciudad de Nizhny Novgorod. (Su principal motivo de queja era la “propaganda de los pederastas”, usando una palabra que se usa en forma peyorativa para referirse a los homosexuales, pocas semanas después de que la Suprema Corte de Estados Unidos aprobara el matrimonio de parejas del mismo sexo.)
“Si estamos diciendo que sí, que sí, que sí, todo el tiempo y asintiendo con la cabeza ... bueno, pues a veces hay que decir que no”, afirmó, explicando por qué finalmente Rusia se había enfrentado a Estados Unidos.
Por supuesto, hay mucha historia que explica ese resentimiento. En el siglo XIX, los eslavófilos y los occidentalistas se enfrentaron en torno del mejor camino para Rusia. Después, obviamente, estuvo la feroz rivalidad con Estados Unidos en la era soviética. Y desde el fin de la Unión Soviética ha habido momentos muy bajos, por lo general relacionados con las acciones de Estados Unidos en el mundo. (Por ejemplo, el bombardeo de Serbia por la OTAN en 1999 y la invasión estadounidense de Irak en 2003.) Pero nada como la opinión actual sobre Estados Unidos, que este años se hundió en su nivel más bajo desde el derrumbe de la Unión Soviética hace casi 24 años, según encuestas del Centro Analítico Levada en Moscú.
El anti(norte)americanismo ahora es más potente pues está agitado y patrocinado por el mismo estado, en una campaña a la que los rusos parecen ser sorprendentemente vulnerables, a pesar de su tenaz escepticismo. Las voces independientes prácticamente han desaparecido de la televisión rusa y la mayoría de los canales ahora bailan al mismo son, hábilmente manejado por el estado.
Prácticamente cualquier problema interno, desde la declinación del rublo hasta la pérdida de subsidios para el transporte para los jubilados, es presentado como un enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos y Rusia, y las agitaciones políticas en cualquier otra parte del mundo son presentadas como si detrás de ellas acechara un funcionario del departamento de Estado.
“Estados Unidos quiere destruirnos, humillarnos, quitarnos nuestros recursos naturales”, afirma Lev Gudkov, director del centro de encuestas Levada, refiriéndose a una retórica con la que él definitivamente está en desacuerdo. “Pero, ¿por qué? ¿Para qué? Eso nunca se explica.”
Durante mi visita, los rusos pensaban mucho en Estados Unidos, lo cual era una especie de cumplido, pero al estilo de un amante despechado que sigue enviando mensajes rabiosos mucho después de haber terminado con la novia.
“Dígale lo bien que estamos todos ahora, mucho mejor que en Europa, y lo maravillosa que es Crimea ahora”, le susurró una mujer en un vestido entallado a alguien a quien yo estaba entrevistando. Ella se refería, claro, a la península de Crimea, que Rusia se anexó el año pasado. Eso, por supuesto, fue uno de los grandes cambios que encontré.
Al interior de Rusia, las acciones de Vladimir Putin en Crimea han roto amistados y separado a familias, dejando a la sociedad más dividida que nunca. La política, otrora obsesión de todos, ahora parece una tierra distante que nadie visita. Y los que van ahí pagan un precio. Gudkov aseguró que se sentía como “judío en la Alemania nazi” por oponerse a la anexión de Crimea. Esa medida también causó la ruptura de relaciones con Occidente más grande desde el colapso de la Unión Soviética.
“Es como un divorcio”, señaló Keith Darden, profesor de ciencias políticas en la Universidad Americana. “Los rusos están diciendo: 'La relación que teníamos ya se acabó. Estamos hartos de sus esfuerzos por cambiarnos. Ahora nos vamos de dedicar a hacer lo nuestro.’ Pero no saben qué es lo suyo”, agrega.
¿Cuál es la gran estrategia del Kremlin? Muchos rusos liberales con los que hablé piensan que no existe ninguna estrategia. Putin y su círculo interno simplemente están dando bandazos de una crisis a la siguiente. De ninguna otra forma podrían explicarse las sanciones impuestas por Rusia a los alimentos importados, que han alimentado la inflación interna. O la anexión de Crimea, que ha perdido buena parte de sus ingresos por turismo, convirtiéndose al mismo tiempo en lastre para Moscú con más costosas obligaciones sociales.
Dmitry Volkov, periodista que tomó parte en las protestas de 2011 contra Putin, comparó la anexión de Crimea y las acciones militares de Rusia en el este de Ucrania con un asalto que termina en asesinato accidental.
“Siguen cruzando límites solo para descubrir que, una vez que cruzaron otro, lo más lógico es cruzar el siguiente”, observó. “Eso no es estrategia. Eso es una pauta de conducta.”
Otros analistas piensan que el gobierno se está desmadejando y que la estridencia de la narrativa nacionalista es heraldo de algo más, Los precios del petróleo se han hundido, reduciendo el pastel con el que habían estado festejando los leales de Putin.
“Es como en Pompeya antes del explosión, cuando se secaron todos los manantiales”, comenta un amigo ruso, ex periodista que es fino analista del sistema político. “El terreno está caliente.”
La mala opinión de Estados Unidos, advierte Gudkov, no es una condición permanente. El resentimiento parece tener más que ver con los mismos rusos que con cualquier acción de Estados Unidos, una especie de expresión defensiva de las ansiedades actuales.
Pero la gran interrogante es hacia dónde se dirige todo esto. Algunos rusos no quieren quedarse aquí para averiguarlo. “No me gusta lo que está sucediendo”, afirma el empresario de Internet Alexander Yeremeyev, mientras pase con su familia por el parque Sokolniki, en el centro de Moscú.
"Ahora se supone que todos debemos de unirnos en contra de ... ¿qué? ¿Estados Unidos, Europa, los lácteos?"
Revela que está pensando en abandonar el país. Tengo amigos que dicen que es sensacional hacer negocios en Rusia. Pero, ¿sabe qué tienen en común todos ellos? Un pasaporte extranjero."