¿Por qué ríos y diques tienen “dueño”? - Por Laura Antún

Acceder a un espejo de agua es cada vez más difícil. ¿Quién permite que se apropien de las pocas costas que tiene la provincia?

¿Por qué ríos y diques tienen “dueño”? - Por Laura Antún

Llegó el calor sofocante y los mendocinos de nuevo nos rasgamos las vestiduras con chicos ahogados en canales, grandes que desafían carteles de “prohibido bañarse” y padres que permiten a los niños meterse a las fuentes de las plazas.

La pregunta es: ¿en qué lugares seguros puede bañarse esa gente sin pagar? Prácticamente en ninguno. ¿Qué hacemos con la gente que no tiene dónde refrescarse? ¿Qué hacen los que no pueden pagar club, ni tienen pileta, quienes solo se dan el lujo de irse a la montaña los fines de semana pero se tienen que conformar con encontrar un árbol o amontonarse?

La falta de control en arroyos, ríos y diques de Mendoza es de larga data, aunque el problema se agudiza con los años y ante la indiferencia de quien tiene que controlar. En el turquesa dique Potrerillos, donde permiten a las personas bañarse con salvavidas, ya hay partes alambradas, barrios privados y hasta playas particulares. ¿De quiénes son? ¿Del primero que llegó y se instaló, como en el Lejano Oeste? ¿Por qué dejan que se pongan en la costa containers o cabañas de madera, o que se haga un club de windsurfistas al que los “no socios” no pueden pasar?

En la misma localidad, el que quiera hacer la tradicional caminata a la cascada de El Salto debe pasar por una casilla, que no sabemos de quién es, y pagar.

En Cacheuta, un lugar cercano y accesible, hay pozos de agua en el río Mendoza que son solo para mirarlos de lejos. Están alambrados y las bajadas han sido demolidas deliberadamente para que nadie tenga forma de llegar, salvo quien va al hotel o a las termas, o sea, quien pagó. Si algún caminante se atreve a andar por el costado del alambre -debe ir caminando prácticamente desde Blanco Encalada por la orilla-, saltan los guardias

¿De quién? Esos guardias que tocan silbatos y echan a los caminantes: ¿no saben que por el viejo y el nuevo Código Civil las márgenes son de acceso público?

Lo mismo ocurre en Blanco Encalada, el más cercano al Gran Mendoza: imposible bajar sin pagar cánones variados, sin ticket ni factura y puestos al azar.

En el Valle de Uco, el manantial de la provincia, ya casi no quedan cursos de agua a los que se pueda tener acceso, sobre todo con la explosión del negocio inmobiliario en pueblos como el Manzano Histórico de Tunuyán. Allí hay hasta complejos de cabañas por donde pasa, por el medio de un jardín, el arroyo Las Pircas.

En La Carrera, Tupungato, hace muchísimos años se podía ir a caminar por el arroyo que lleva a un valle verde y a la majestuosa Quebrada del Cóndor, que debe su nombre a los cóndores. Ahora la caminata gratuita no existe más. Solo acceden quienes pagan una carísima excursión y logran sortear las tranqueras y los carteles de advertencia -por lo general turistas extranjeros que tienen dólares-.

El denominado Camino de Sirga está escrito en la ley, pero en la práctica es nada. La apatía del Estado con el tema agua, en un lugar donde escasea, es alarmante.

La Fundación Aguas Libres elevó hace más de un año una petición a la Legislatura de Mendoza para que se resuelva el tema de los “ríos con dueño”. No ha tenido respuesta.

Pero de tenerla, ¿se harán más leyes? ¿Para que servirán, si no existen inspectores que hagan cumplir la que existe ni dueños que se preocupen cuando algún caminante o pescador  reclama su derecho? Los echan sin mediar palabra. Cual Lejano Oeste.

¿Por qué nadie remueve los carteles que anuncian  “Prohibido pasar. Propiedad privada”? ¿Desde cuándo el agua de deshielo es “privada”?

Mientras tanto, los que no pueden pagar, los que no tienen acceso a nada o los que no saben que están en su derecho de disfrutar todos los ríos y espejos de agua, se bañan donde pueden. Nunca donde quieren.

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