La economía argentina hace ya tiempo que no crece y como la población sí lo hace, el PBI por habitante baja, se estima que para el periodo 2011/19, la caída será del 10,7%, sólo superada por Venezuela.
Cabe entonces tratar de aproximarnos a un fenómeno económico, social y político muy complejo.
Quizás una de las causas, no la única por cierto, sea la herencia del populismo.
Una característica de esta corriente política es la ignorancia en algunos casos, malicia en otros, de cómo funciona una economía sana y moderna.
Por décadas han intoxicado a inmensos sectores de la población con ideas absurdas, de lo que bien se ha llamado el “pensamiento mágico” en economía. La creencia de que la riqueza, los bienes y servicios que consumimos, vienen de algún lugar de “fuera de la sociedad”, algo así como dice algún refrán, que “son caídos del cielo”. Sólo se trata de distribuirlos, tarea que embriaga a los gobernantes, a los políticos en general y a no pocos intelectuales. Lamentablemente no es así, aunque sería maravilloso que lo fuera.
Los bienes y servicios que necesitamos tenemos que producirlos con nuestro trabajo, con máquinas, con equipo técnicos, con conocimientos. Una parte de esos bienes los vamos a exportar para poder importar aquello que no podemos producir y necesitamos para nuestra vida cotidiana.
En buen romance, no hay milagros en economía. Hay que saber trabajar bien, invertir bien, obtener la mayor productividad de nuestra inversión. Y para invertir hay que ahorrar.
En este corto párrafo están los conceptos básicos del funcionamiento de una economía en cualquier sociedad del mundo y en cualquier tiempo.
Para poder producir y crecer hay que saber, esto ha sido siempre así. Ahora está muy de moda hablar de la economía del conocimiento, por cierto este conocimiento actual es mucho más complejo que el de las primeras etapas de la humanidad. Pero simplemente recordemos aquellas nociones del secundario, edad de piedra, de hierro, de bronce, ¿qué eran sino nuevos saberes? Y así fue durante siglos, no de un día para el otro, hasta llegar a la primera revolución industrial (siglos XVIII y XIX) que introdujo el vapor como fuerza para mover cosas, reemplazando a la fuerza humana y animal.
Siempre fue el conocimiento lo que hizo avanzar la economía, pensemos, para poner un ejemplo local, en el extraordinario sistema de riego en nuestra provincia, diques, canales, acequias. La obra de gobiernos visionarios y de un ingeniero brillante, César Cipolletti. Pensemos en el francés Amadeo Pouget introduciendo nuevas variedades de uva, nuevos sistemas de conducción, más eficientes y productivos que los existentes hasta entonces.
Ahora bien todo eso se hizo posible porque se crearon dos condiciones previas y necesarias para el crecimiento: que haya ahorro (interno y externo) y que ese ahorro se transforme en inversión productiva, en inversión en bienes y servicios que van a producir más bienes y servicios.
Para todo ello se requiere una condición que las dirigencias políticas hace ya mucho años que ignoran o callan, por conveniencia: Que para ahorrar hay que consumir menos de lo que se produce, no hay magia, esto tanto para la sociedad en su conjunto como para una familia.
Esta condición es muy difícil de cumplir en una sociedad a la cual desde el Estado, el gobierno, los líderes políticos por décadas le han dicho que no es así, que se puede consumir más de lo que se tiene. Las familias recibiendo subsidios que pagan otros, endeudándose y el país haciendo lo mismo. Lo más grave es que todo se hace para el consumo inmediato, no para aumentar la capacidad de producción. Invertir para aumentar la capacidad de producción requiere saber, mucho y bueno, tanto en la micro como en la macroeconomía. Requiere de los gobiernos pensar en el mediano y largo plazo, no en la próxima elección. Gobiernos que deben educar a la población en estos temas elementales.
En esta columna hace unos días hemos hablado de los anabólicos en la economía, medidas de corto plazo, sin horizontes, algunas absurdas como subsidiar a la industria automotriz para que compren autos cero kilómetros los sectores más pudientes. No es este el camino del crecimiento.