Las pizarras de los bancos y casas de cambio de la city porteña posicionaban al dólar en un promedio de 40,41 pesos para la venta cuando el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, salió rumbo al Congreso de la Nación.
El funcionario iba en el auto oficial que todos los días lo traslada de su casa al ministerio y de allí a cualquier otro lado donde deba presentarse. Sentado en el vehículo, en el regazo llevaba una carpetita celeste y blanca con un documento de 38 páginas, escueto para su relevancia.
El auto tomó la Avenida de Mayo hasta el Congreso, unos 1.300 metros. Con el rostro cansado y después de que la salud le pasara factura la semana pasada, Dujovne sabía que presentar el proyecto de ley de Presupuesto 2019 ante los diputados nacionales le llevaría unos pocos minutos.
Y así fue, el funcionario se sentó frente a los legisladores y comenzó a dar algunos detalles de las previsiones de la administración nacional para 2019, un año electoral y un año de fuerte recorte del gasto público para borrar el déficit fiscal primario.
En las 38 páginas hay cientos de números. Pero hay uno que llamó la atención de muchos: el Gobierno estimó un precio promedio del dólar a 40,10 pesos para todo el año que viene. Sí, un precio 30 centavos por debajo del actual para dentro de 15 meses.
En un momento de semejante volatilidad cambiaria, parece una broma. Pero no. La subestimación que hace el Gobierno de uno de los precios clave en la economía tiene una razón: no generar expectativas que puedan presionar más sobre el tipo de cambio.
Una meta que es –casi- de imposible cumplimiento es una meta que no existe, por lo que toda pretensión de certeza queda librado a la especulación de cada agente económico. El Gobierno, en tanto, piensa que esto actúa como ancla para las expectativas de devaluación.
El proyecto indica que el dólar estará en los 44,30 pesos en 2020; 48,20 pesos en 2021; y 50,5 pesos en 2022. Son previsiones por las que ni el presidente Mauricio Macri ni ninguno de sus funcionarios apostarían sus patrimonios.
¿Qué ocurre entonces? La gestión Cambiemos quiere enviar señales de que –con el respaldo del Fondo Monetario Internacional- intentará retomar el control sobre el tipo de cambio que perdió el 25 de abril cuando se inició una de las corridas contra el peso más largas y profundas de las últimas décadas.
¿Por qué intentaría el Gobierno planchar el tipo de cambio? Porque considera que con la suba del 113,6 % alcanzada desde enero hasta ahora, ya es suficiente para tener un valor competitivo durante todo el 2019. Es que ningún país del mundo devaluó su moneda frente al billete estadounidense como lo hizo la Argentina y mucho menos los socios de la Región.
Incluso en la proyección de inflación que hizo, la gestión Cambiemos asume una baja del tipo de cambio real multilateral para 2019, punta contra punta, del orden del 8% interanual.
“Luego del acelerado aumento del tipo de cambio nominal que ocurrió entre mayo y agosto de 2018, el tipo de cambio real multilateral llegó a niveles récord para la última década”, señala Dujovne en el proyecto de Ley.
Ahora, después de que el Gobierno no haya acertado en la mayoría de sus previsiones desde que asumió en diciembre de 2015 y que eso le generara un aumento exponencial de la desconfianza, habrá que esperar a ver cómo toma el mercado financiero esta proyección.
En concreto el Gobierno contará desde las próximas semanas de un refuerzo crediticio del FMI, aunque el Fondo no permitiría una vez más que se use ese dinero para intentar contener el precio del dólar o, en otras palabras, para seguir financiando la fuga de capitales que es récord.
La cláusula del FMI no apunta solo a cuidar sus dólares sino más bien a la licuación de los déficits por medio de la devaluación. Es, ni más ni menos, que lo observado a partir del 20 de junio cuando se firmó el primer acuerdo stand by. Ese día el dólar estaba en 28,19 pesos. Ahora, 40,41 pesos.
¿Cuál será al fin y al cabo el precio del dólar en 2019? Eso lo determinará el mercado. Y mientras la enorme desconfianza sobre el peso continúe no se puede esperar más que subas escalonadas al ritmo de la demanda. ¿Cuál es el techo? “No existe un techo, como tampoco un piso”, responden en el Gobierno.