Después de 14 años de obtener la exención de impuestos internos a los vinos espumantes sólo mediante decretos anuales, hemos conseguido que sea establecida por ley. Siempre consideramos necesaria una ley que dispusiera esta exención de manera definitiva, por lo que trabajamos intensamente con el Gobierno de la provincia de Mendoza y las entidades vitivinícolas para lograr este beneficio que hoy podemos anunciar con alegría: los espumantes están exentos del impuesto interno gracias a la incorporación de los artículos 83 y 84 en el Presupuesto de la Administración Nacional 2019 y que modifican la ley de Impuestos Internos.
Los beneficios que esta ley trae a la vitivinicultura mendocina y argentina en general son innumerables. A lo largo de estos años, con la exención se ha logrado no sólo promover la inversión sino también contribuir a morigerar la crisis del sector vitivinícola. Se trata de un verdadero impulso para las economías regionales, ya que contribuye al posicionamiento y a la competitividad de la actividad vitivinícola.
Veamos algunos números concretos para ejemplificar.
El desarrollo del segmento de vinos espumantes ha sido el de mayor dinamismo de la industria del vino en la última década: de 2,5 millones de cajas que se vendían en 2006, se incrementó a 5,4 millones en 2015. El gran dinamizador fue el mercado interno que, salvo la caída de 2010, continúa señalando un crecimiento constante, en especial en los últimos años. Asimismo, creció la cantidad de bodegas que participan del mercado. En los años 90, en Argentina había sólo algunas bodegas que producían espumante. En 2005 la cifra alcanzaba un total de 57 empresas y en 2015 se elevó a 127. Esto demuestra claramente que el fenómeno dejó de ser sólo aprovechado por unas pocas firmas y se generalizó en la industria.
Así, las cifras se fueron elevando y con ellas la cantidad de fuentes de trabajo. No sólo se trata de fuentes de empleo genuinas, sino que también con la elaboración de espumantes se promueve el trabajo calificado en la región andina y se generan divisas para nuestro país mediante la exportación de productos de alto valor agregado.
Debemos señalar también que el desarrollo del segmento de vinos espumantes, junto a otros fenómenos de la industria, ha sido una de las transformaciones más notables del sector. Acompañado, a su vez, por nuevas tendencias de los consumidores y un fuerte proceso de inversión. Un claro ejemplo de ello es la incorporación del vino espumante en los portfolios de productos por parte de la mayoría de las bodegas, principalmente pymes, ya que se convirtió en una exigencia que los consumidores trasladaron a través de los canales de comercialización.
Al mismo tiempo y de la mano de la expansión, hubo una sustancial rebaja del precio promedio para el consumidor y, en la actualidad, existe una amplia gama de opciones de espumantes a buenos precios, que años atrás no estaba disponible. En este sentido, una encuesta realizada a las principales bodegas elaboradoras, que representan tres cuartas partes del consumo total, indica que el 45% del volumen de los vinos espumantes que se comercializan en Argentina lo hacen en un precio medio-bajo. Esto revela, además, que el espumante es considerado un vino accesible a la clase media en general, lo que en gran medida justifica su expansión.
Todos estos números nos demuestran que esta exención que hoy tenemos por ley, largamente anhelada por las provincias vitivinícolas de la República Argentina, desde Jujuy hasta Chubut, es no sólo necesaria sino justificada y altamente productiva.
Resultará en la contribución a la promoción de la producción argentina, en su posicionamiento a nivel mundial en condiciones de mayor competitividad, de las economías regionales y en la diversificación de la matriz productiva de nuestro país.