El pasado domingo y a pesar de las medidas de seguridad impuestas frente a la pandemia de Covid-19, miles de fieles del catolicismo se reunieron en una catedral en Montenegro para darle un beso de despedida al cuerpo de un cura que falleció de coronavirus.
El sacerdote, que había contraído este virus a principios del mes de octubre, falleció el pasado viernes a causa de una neumonía, una complicación frecuente de la enfermedad, a pesar de dar negativo por coronavirus diez días antes.
Ahora bien, que su muerte haya sido provocada por el mismo desencadenante que ha provocado una pandemia mundial, no ha sido excusa suficiente para que sus fieles, junto con los máximos dignatarios ortodoxos, así como los representantes de las comunidades religiosas católica y musulmana, hayan acudido al funeral de Amfilohije, violando la normativa anticovid.
Todo ello, aunque la directora del hospital montenegrino donde murió el obispo, Nevenka Pavlicic, había instado a las autoridades a prohibir su funeral con ataúd abierto, describiéndolo como una “guarida de la enfermedad”.
Aunque parece que los asistentes podrían haber estado expuestos a una posible infección por coronavirus al besar los restos del obispo, los medios locales afirman que esto no puede haber ocurrido, ya que el clérigo había dado negativo mucho antes de su muerte.
El patriarca de la Iglesia ortodoxa Serbia, Irinej, ofició la liturgia por el difunto metropolitano, fallecido a los 82 años, que fue enterrado en la cripta de la catedral de Podgorica, la capital montenegrina.