Tras gastar miles de dólares en tratamientos para las flatulencias de su perro, se llevó una gran sorpresa

Conocé una historia insólita que tiene como protagonistas a una mujer embarazada, su esposo y su mascota.

Tras gastar miles de dólares en tratamientos para las flatulencias de su perro, se llevó una gran sorpresa

Los perros no pueden hablar aunque con su estado de ánimo y caras nos dan a entender que tan bien o mal están. Una mujer embarazada sufrió durante cinco semanas por la salud de su mascota ya que tenía flatulencias con mucho olor y claro, se gastó una fortuna en tratamientos que revelaron algo inesperable.

Una noche, dicha mujer estaba cenando con su esposo y sintió un aroma nada grato y al ver que su pareja hizo una mueca de asco en el mismo momento, dio por sentado que algo andaba mal.

Ambos miraron inmediatamente a su perro que descansaba y lo culparon de estar tirándose gases. “Honestamente, olía un poco a huevos podridos. El perro también se tira pedos pero un pedo tan apestoso no es normal pensé”, dijo la protagonista humana del hecho y sumó: “Estoy embarazada y mi sentido del olfato ha estado un poco sensible en este tiempo. No podía soportar el olor y salí de la habitación”.

A la semana siguiente, el olor aparecía y desaparecía en distintos momentos y era imposible deshacerse de él. Por lo que seguían pensando que su adorable mascota Jerry era la fuente del aroma y decidieron llevarlo al veterinario.

Tras varias pruebas costosas para averiguar qué sucedía, llegaron los resultados y todos estaban bien. “Ya hacía cinco semanas que había empezado todo este calvario y llegó a un punto de ruptura que me eché a llorar desconsoladamente. Tuve un colapso total sobre la posible pérdida de Jerry”.

Y al ver el estado de preocupación de su esposa, el esposo creyó que era el momento de confesarle que él era el causante de los olores nauseabundos porque se “tiraba los pedos”. La primera reacción de la mujer embarazada fue de furia total: “Lo eché de la casa. Para ser claros: no me importó que mintiera en ese momento. Pero él sabía que íbamos al veterinario. Incluso una vez me acompañó a llevarlo”.

“¿Se necesita un ataque de pánico total y un colapso mental para decir la verdad?”, confió sorprendida ante la actitud de su marido. y a los días, tras pensar en la situación, el señor regresó a vivir con la familia. Pero debió pagar por todo lo que hizo: “Le dije en términos inequívocos que tenía que devolverme la mitad de las facturas del veterinario con sus ahorros destinados a la diversión”.

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