Si estás buscando recetas fáciles, con pocos ingredientes y que además te permitan disfrutar de un postre sin culpas, esta panna cotta sin azúcar ni harina es para vos. Tiene una textura suave, parecida al flan o la gelatina, y es perfecta para los días de calor.
Es una versión liviana, sin gluten y sin azúcar agregada, pero con todo el sabor de la panna cotta tradicional. Ideal si estás haciendo una dieta baja en carbohidratos o simplemente querés cortar un poco con lo ultra procesado sin resignar lo dulce.
La base es súper simple: se hace con yogur natural, un poco de crema de leche, endulzante (como eritritol o stevia), y unas hojas de gelatina sin sabor. Todo esto se mezcla y se enfría en vasitos o moldes individuales. En menos de media hora tenés todo listo para llevar a la heladera.
Paso a paso para la base
-
En una ollita, calentá la crema de leche, el eritritol y la vainilla. No hace falta que hierva, solo que esté caliente y bien mezclado.
Mientras tanto, poné las hojas de gelatina en un bowl con agua fría para que se ablanden (5 minutos alcanza).
Escurrilas bien y sumalas a la mezcla caliente. Revolvé hasta que se disuelvan por completo.
En un bowl, mezclá el yogur con lo que preparaste en la ollita. Batí hasta que quede bien integrado y sin grumos.
Volcá la mezcla en vasitos o moldes individuales. Te van a salir entre 4 y 5 porciones, dependiendo del tamaño.
Paso a paso para la mermelada casera
-
En una sartén, colocá los frutos rojos, el eritritol y el limón.
Cociná a fuego medio, aplastando un poco las frutas, hasta que se forme una especie de mermelada espesa.
Si querés que quede más firme, podés agregarle una hoja más de gelatina hidratada y escurrida.
Dejalo enfriar y después volcá una cucharada sobre cada panna cotta.
Llevá todo a la heladera por al menos 2 horas. Cuanto más tiempo esté, mejor se va a afirmar la textura. Y si sos fan de los detalles, podés decorarla con una hojita de menta fresca o unos chips de coco.