En materia de jardinería está todo permitido, por eso es que solemos innovar en materiales orgánicos o de fácil alcance para potenciar nuestras plantas. Uno de ellos es el jabón blanco, que suele ser usado para varias asignaturas.
Se utiliza sin restricciones, a diferencia de otros fitosanitarios con efectos más agresivos. Esto supone que sea muy empleado para el control precoz de insectos de cutícula blanda.
Por otro lado, el jabón tiene un efecto limpiador sobre las hojas muy interesante: lava los residuos de melaza generados por los insectos, evitando la aparición de hongos. También es útil para combatir este fenómeno al inicio de la infección.
El jabón en barra también puede ser utilizado junto con el aceite de Neem o con otros fitosanitarios. Es apropiado como “mojante”, mejorando la aplicación sobre las plantas (comprueba siempre las indicaciones del fabricante).
Fumigar las plantas con jabones, sobre todo el jabón blanco produce un lavado de esa capa cerosa y luego el insecto muere por deshidratación, especialmente cuando el sol es inclemente, para ello hay que buscar al insecto donde se esconde es decir debajo de las hojas y con la aspersión de la fumigadora debemos mover las hojas de abajo hacia arriba de tal forma que el jabón pueda alcanzar a los insectos,
El insecto que no toque el jabón blanco sobrevivirá y se multiplicará restituyendo la población original dando la sensación que el producto no hizo nada cuando fuimos nosotros que aplicamos el producto en forma incorrecta.
¿Cómo aplicar el jabón blanco en nuestros cultivos?
Diluir una cucharadita de jabón en 1 litro de agua y luego aplicar la mezcla directo a las hojas.
A modo de recomendación se sugiere usar un pulverizador que es de largo alcance y fácil de conseguir. Además podremos almacenarlo y tenerlo siempre listo para una aplicación inmediata.
