El Evangelio de hoy, 15 de julio: “Quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”

La liturgia ofrece la oportunidad de conocer las enseñanzas que la Palabra de Dios transmite. Compartimos las lecturas del lunes 15 de julio, según el Vaticano.

El Evangelio de hoy, 15 de julio: “Quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”
«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mateo 10, 40).

“Jesús mismo, enviando a sus discípulos en misión, les dice: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado». Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente “el Señor”, es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida.

No importa si luego, como toda persona humana, tiene sus límites y también sus errores —con tal de que tenga la humildad de reconocerlos—; lo importante es que no tenga el corazón doble.

Es precisamente esta acogida del santo pueblo fiel de Dios, es precisamente ese «vaso de agua fresca» del cual habla el Señor hoy en el Evangelio, dado con fe afectuosa, ¡que te ayuda a ser un buen sacerdote! Hay una reciprocidad también en la misión: si tú dejas todo por Jesús, la gente reconoce en ti al Señor; pero al mismo tiempo te ayuda a convertirte cada día a Él, a renovarte y purificarte de los compromisos y a superar las tentaciones.

Cuanto más cerca esté un sacerdote del pueblo de Dios, más se sentirá próximo a Jesús, y un sacerdote cuanto más cercano sea a Jesús, más próximo se sentirá al pueblo de Dios”, sostiene Francisco en Ángelus, 2 de julio de 2017.

El Evangelio relata la vida y palabras de Jesucristo, ocupa un lugar central en la celebración de la misa. La liturgia permite adentrarse en las enseñanzas que la Palabra de Dios nos transmite.

Compartimos los textos del lunes 15 de julio de 2024 de acuerdo al Vaticano.

Lectura del libro de Isaías

Is 1, 10-17

Oigan la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra:”¿Qué me importan a mí todos sus sacrificios?”, dice el Señor. Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de becerros; ya no quiero sangre de toros, corderos y cabritos.

¿Quién les ha pedido que me ofrezcan todo eso cuando vienen al templo para visitarme? Dejen ya de pisotear mis atrios y no me traigan dones vacíos ni incienso abominable. Ya no aguanto sus novilunios y sábados ni sus asambleas.

Sus solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga insoportable. Cuando extienden sus manos para orar, cierro los ojos; aunque multipliquen sus plegarias, no los escucharé. Sus manos están llenas de sangre. Lávense y purifíquense; aparten de mí sus malas acciones.

Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa de la viuda’'.

Detalle de un vitral premiado, en Buenos Aires, del maestro mendocino Félix Bunge. La pieza se creó a partir de fragmentos de distintas intervenciones.
Detalle de un vitral premiado, en Buenos Aires, del maestro mendocino Félix Bunge. La pieza se creó a partir de fragmentos de distintas intervenciones.

Lectura del santo evangelio según San Mateo

Mt 10, 34–11, 1

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa’'.

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.

Es Palabra de Dios.

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