Argentina es conocida por sus impresionantes paisajes naturales, y entre ellos se encuentra una joya única: el Salar de Antofalla.
Este inmenso desierto de sal, ubicado en la provincia de Catamarca, es el salar más largo del mundo y ofrece a los visitantes una experiencia inolvidable.
Con sus paisajes surrealistas y su ambiente desértico, el Salar de Antofalla es un destino que no se puede dejar de explorar para quienes buscan una aventura diferente en el norte argentino.
¿Dónde queda?
El Salar de Antofalla se encuentra en la región de Antofagasta de la Sierra, en la provincia de Catamarca, Argentina.
Situado a 3.900 metros sobre el nivel del mar, este impresionante salar se extiende a lo largo de 150 kilómetros de largo por 12 kilómetros de ancho, lo que lo convierte en el salar más largo del mundo.
Rodeado por un paisaje árido y desolado, el salar está a los pies del volcán de Antofalla, que sigue activo, y a unos 25 kilómetros de la pequeña localidad de Antofalla.
¿Qué actividades hay para hacer?
Visitar el Salar de Antofalla es una experiencia única que permite a los turistas descubrir paisajes asombrosos. Uno de los principales atractivos son las lagunas Ojos de Campo, antiguos géiseres apagados que presentan tonos azules, verdes y anaranjados en sus aguas saladas.
Además, a pocos kilómetros de distancia, se encuentran las termas Botijuelas, donde los visitantes pueden disfrutar de un baño relajante en aguas que alcanzan los 40 grados.
Debido a la naturaleza del terreno, el acceso al salar solo es posible mediante vehículos 4x4, y se recomienda realizar una excursión guiada desde la localidad de Antofalla.
¿Por qué se destaca?
El Salar de Antofalla no solo es el salar más largo del mundo, sino que también es un lugar fascinante por su geología y biodiversidad única.
A pesar de su ubicación en una región extremadamente árida, el salar alberga algunas curiosidades naturales, como las formaciones de sal que se han acumulado durante miles de años debido a la evaporación del agua en este desierto.
Además, el salar está prácticamente deshabitado, excepto por la pequeña comunidad indígena Kolla de Antofalla, que cuenta con alrededor de 45 habitantes y ofrece alojamiento básico para los turistas que se aventuran en este remoto paraje.