Un equipo de investigadores de la Universidad de Maryland (UMD) hizo un descubrimiento extraordinario: un tronco de 3.775 años de antigüedad preservado casi en su totalidad.
Este hallazgo no solo es fascinante desde un punto de vista científico, sino que también respalda una idea revolucionaria: las “bóvedas de madera” podrían ser una solución efectiva y económica para combatir el cambio climático.
El estudio, publicado en la revista Science, pone en foco cómo las condiciones del suelo podrían ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), un gas clave en el calentamiento global.
¿Qué son las bóvedas de madera?
La idea detrás de las bóvedas de madera es sencilla: enterrar madera que ya no tiene un uso comercial (como restos de árboles dañados, muebles viejos o material de construcción) en condiciones específicas que detengan su descomposición.
De esta manera, el carbono que la madera almacenó durante su vida no se libera nuevamente a la atmósfera.
Sin embargo, no cualquier método de entierro es efectivo. Según el profesor Ning Zeng, líder del estudio, se necesitan condiciones precisas para garantizar que la madera permanezca intacta durante siglos.
“La gente piensa que enterrar madera es algo básico”, dijo Zeng. “Pero, ¿cuántos ataúdes de madera realmente han sobrevivido cientos o miles de años? Necesitamos las condiciones adecuadas para que esto funcione a largo plazo”.
El descubrimiento en Quebec
En 2013, durante un proyecto piloto en Quebec, Canadá, Zeng y su equipo encontraron de manera inesperada un tronco enterrado a dos metros de profundidad.
“Cuando la excavadora sacó el tronco y lo vimos, supimos de inmediato que era algo especial”, recuerda Zeng. Los ecologistas presentes lo identificaron como cedro rojo del este, y el estado de conservación era tan bueno que parecía casi nuevo.
Tras realizar pruebas de datación por carbono, confirmaron que el tronco tenía 3.775 años. El análisis reveló que había perdido menos del 5% del dióxido de carbono almacenado originalmente.
La clave está en el suelo
El secreto de la preservación del tronco estaba en el tipo de suelo que lo rodeaba. En esa zona de Quebec, el suelo es arcilloso y de baja permeabilidad, lo que limita la entrada de oxígeno, hongos e insectos que normalmente descomponen la madera. Este ambiente casi sellado permitió que el tronco se mantuviera en un estado excepcional durante milenios.
Según Zeng, “el suelo arcilloso es relativamente común, lo que significa que las bóvedas de madera podrían implementarse en muchas partes del mundo como una solución climática de bajo costo”.
Impacto en la lucha contra el cambio climático
Los árboles son esenciales para combatir el cambio climático porque absorben dióxido de carbono durante su crecimiento. Sin embargo, cuando mueren y se descomponen, liberan ese gas nuevamente a la atmósfera. Las bóvedas de madera interrumpen este ciclo natural al retener el carbono por mucho más tiempo.
Zeng explica que esta estrategia no debe reemplazar otras tácticas, como la reducción de emisiones, sino complementarlas. “La urgencia del cambio climático nos obliga a explorar soluciones innovadoras como esta”, aseguró.
¿Qué sigue para las bóvedas de madera?
El equipo de la UMD planea continuar perfeccionando el diseño de estas bóvedas y estudiando cómo diferentes tipos de suelo afectan la conservación de la madera. El objetivo es crear un sistema eficiente y replicable que pueda implementarse a gran escala.
“Es emocionante pensar que algo tan simple como un tronco puede enseñarnos tanto sobre cómo proteger nuestro planeta”, reflexionó Zeng.