Gerardo Rozín siempre fue un creativo y un alma sensible hasta en los peores momentos de su vida. Él sabía mejor que nadie lo que le estaba pasando. Y un poco lo dio a entender con su última foto de perfil tanto de WhatsApp como de Instagram, erizando la piel, según Paparazzi.
El último viernes, Rozín falleció, tras una desigual y titánica pelea contra un cruel enfermedad. Un año atrás, más o menos, el periodista y productor recibió la noticia de boca de sus médicos. Según algunos trascendidos que se filtraron ahora, le dijeron que le quedaban entre 9 a 12 meses de vida.
Entonces se propuso vivirlos con todo, o como se puede. No debe ser fácil caminar mientras uno va cargando una mochila cada vez más pesada. Pero él lo hizo. Aferrado a sus seres queridos y a sus múltiples trabajos, cosechando el cariño que había sembrado por aquí y por allá en todo el recorrido, fue transitando los días más difíciles y dolorosos de su vida.
Así, ahora abundan los testimonios que dan cuenta de anécdotas donde el mismo Rozín hablaba de la vecindad de un final que se acercaba inexorablemente, y que en algunos casos hasta les agregaba humor a sus comentarios. “Le dije que nos debíamos una cena y me contestó “me deben quedar unas 15 cenas, mirá si voy a perder una con vos en vez de pasarla con mi familia”, contó la comediante Flora Alkorta.
Lo que se reveló en estas horas fue la última foto de perfil de WhatsApp que puso el conductor, que además es la foto de perfil de su cuenta de Instagrm. En la imagen se lo ve apoyado contra el enorme y prolijo ventanal de un negocio que, evidentemente, venía con muchos problemas que determinaban su final. Allí, en ese vidrio gigante, se puede leer con claridad “Industria rosarina”, y por abajo “cerramos definitivamente”.
Rozín nació en Rosario en 1970 y era un hincha fanático de Rosario Central, uno de los dos clubes de esa ciudad que juega en primera división. De hecho, su ataúd fue embanderado con la bandera auriazul de la entidad de Arroyito. Por eso lo de “Industria rosarina”. Y además era consciente de lo que sucedía con su cuerpo y su salud, que no había nada para hacer, y de allí el “cerramos definitivamente”.