Hace unos 60 años, un perro murió y luego quedó momificado en el interior del tronco de un árbol en Georgia, Estados Unidos. Por su sorprendente conservación, es la atracción del museo Southern Forest World.
“Es un perro de caza, así que asumimos que estaba persiguiendo algo en el árbol”, afirmó Bertha Sue Dixon, quien dirige el museo. El problema es que, a medida que el árbol se estrechaba, el perro se quedaba atascado. Finalmente, el can nunca atrapó a su presa y nadie lo sacó. Incapaz de escapar, permaneció en la trampa accidental y falleció allí.
Si bien por los resultados del análisis se estima que el perro está en el tronco desde 1960, recién 20 años después, un grupo de leñadores lo halló mientras cortaba castaños. Antes de dar aviso, lo apodaron Stuckie, nombre que todavía conserva como “atracción” en el museo.
Quizá el mayor interrogante es cómo logró el cuerpo del perro preservarse sin descomponerse ni contar con la intervención humana.
Kristina Killgrove, una antropóloga biológica de la Universidad de Florida Occidental, explicó a Newsweek que el roble castaño había funcionado como un ataúd gracias a su contenido en tanino, un desecante natural que absorbió la humedad del entorno, impidiendo la actividad microbiana y, por lo tanto, la descomposición del cadáver.
Respecto a los insectos, el Southern Forest World señaló que el árbol hueco produjo un “efecto chimenea” que alejó el olor del perro muerto, lo que evitó que las moscas y otros animales fueran atraídos hasta él.