Barby Franco está feliz a la espera de su primer bebé. Con 20 semanas de gestación y después de mucho desearlo y trabajar por eso junto a Fernando Burlando, la futura mamá luce y muestra su panza cada vez que puede. En una nota exclusiva con la revista Caras, la modelo reveló que está esperando una nena y que se suma a la tendencia de muchas famosas que comen la placenta.
Según declaraciones de Barby a la revista, después de que se nazca su hija se va a sumar a la placentofagia, tendencia que han seguido muchas famosas de afuera y de la Argentina como Kim Kardashian, Evaluna Montaner y Juana Repeto (que además enterró parte de la placenta), para incrementar la producción de leche y reducir los malestares posparto tanto físicos como fisiológicos.
Actualmente, una de las maneras más comunes de consumir la placenta es a través de cápsulas. La American Pregnancy Asociation explica que esto se trata de un procedimiento mediante el cual la placenta se cocina a vapor, se deshidrata y luego se coloca en pastillas. En el sitio de esta Asociación se enumera una serie de ventajas que tiene esta práctica, pero aclara que no hay estudios científicos que las respalden. Entre esos beneficios se encuentra: aumenta la descarga de la hormona oxitocina, la cual ayuda el útero regresar a su tamaño normal y le ayuda a la mamá a disfrutar de su bebé; aumento de la CRH, una hormona que reduce el estrés; disminuye la depresión posparto, entre otros.
¿Es seguro consumir la placenta?
La ciencia es clara: no. Si bien hay artículos que dicen que sí, no están acompañados de ningún estudio científico que lo avale. Jen Gunter es médica ginecobstetra y en su columna del New York Times explica por qué no hay que comer la placenta. En un relato autorreferencial en donde cuenta su experiencia en la residencia de un hospital de Canadá, Gunter relata que muchas mujeres pedían llevarse la placenta, primero para enterrarla (algo común en varias culturas) y después empezaron a comerla.
Para la profesional, “si bien no está claro exactamente cuándo inició la práctica moderna de la placentofagia, entre los primeros reportes que hay en la literatura médica tenemos uno de 1973. Se trata de una experiencia narrada en la revista Rolling Stone en 1972, sobre un parto en una comuna, donde cocinaron al vapor la placenta después del nacimiento y luego se la comió la madre y la ‘compartió con amigas’”.
Gunter hace una observación que es de una lógica irrefutable. “Si la placenta tuviera algún valor nutricional, históricamente las mujeres se la habrían comido después de dar a luz, sobre todo en época de hambrunas, pero no hay informes que lo reporten”, cuenta la médica.
Por otro lado y específicamente con la placenta encapsulada, la profesional hace referencia al “negociado” que hay con esto. Una pastilla llega a costar entre 200 y 400 dólares.