El festejo de la Pascua cristiana es, como la Navidad, una convocatoria que generalmente excede lo religioso e invita a la reconciliación, a la búsqueda del sosiego y a la profundización de la amistad. Los argentinos tenemos muy incorporada esta celebración, que todos los años convoca a la reunión familiar o de amigos y a la expresión generalizada de buenos deseos.
Precisamente, en la Argentina, esta Pascua coincide con un momento particular de la historia en lo político y de enorme expectativa en la mayor parte de la sociedad con respecto al futuro institucional del país y su proyección de cara al mundo. Con el voto, la mayor parte de la ciudadanía expresó el firme anhelo de un derrotero marcado por el diálogo y el reencuentro por sobre la tirantez y la división a las que nos llevó un mal interpretado presidencialismo fuerte.
La Iglesia llama en este festejo pascual a buscar los caminos de reencuentro a través de la misericordia, uno de los pilares de la fe y la humildad características de la cristiandad. Es el mayor desafío que el papa Francisco planteó a los católicos para este año, pero no sólo para llevar a la práctica en el seno de la Iglesia sino, además, para hacerlo extensivo a un mundo cada vez más necesitado de concordia y paz.
Lamentablemente en la Argentina de hoy todavía estamos inmersos en una prolongada etapa de desencuentros e intolerancia que cuesta dejar de lado. La reciente visita del presidente de Estados Unidos y la recordación de los 40 años del último golpe militar sirvieron para demostrar que aún hay amplios sectores de la dirigencia social y política que se resisten a priorizar la tolerancia sobre sus pasiones desenfrenadas.
Es lamentable que luego de una década en la que la sociedad argentina fue invadida en una mayoría de sus estamentos sociales por prácticas autoritarias, alejadas de la sana y enriquecedora discusión de ideas, sectores que resisten la voluntad popular expresada en el voto sigan recurriendo a los mecanismos de odio y revanchismo para denostar a quienes ejercen el poder político por voluntad popular. Mezclar en una misma convocatoria la muy justa recordación de quienes fueron víctimas de la violencia y del terrorismo de Estado con críticas al actual gobierno nacional y a la coincidente visita del presidente Obama, muestra un desencuentro forzado por quienes movilizan esas acciones. Se usó el justificativo de la memoria por las víctimas de la dictadura para montar un colosal acto de oposición política a las nuevas autoridades.
Estos hechos son un claro y palpable ejemplo de las consecuencias de una Argentina alejada durante muchos años de la humildad y la búsqueda de la tolerancia y el perdón.
La Pascua nos llama a los argentinos a ser necesariamente humildes para reconocer errores y buscar corregirlos. Al fin y al cabo, nada que esté en los cielos, sino algo fácil de lograr aquí, en la tierra, cuando la intención es la que manda.