Por la inseguridad, se fue la única enfermera de una salita

Vivía en el centro de salud, pero quisieron asaltarla y renunció. Las ventanas del lugar fueron selladas con ladrillos para evitar nuevos robos. Ahora los vecinos piden “alguien que atienda todo el día” en una zona con muchas carencias y ningún hospital c

Por la inseguridad, se fue la única enfermera de una salita
Por la inseguridad, se fue la única enfermera de una salita

La Colonia Alto Montecaseros es un caserío rural al noreste de la ciudad de San Martín que supo de tiempos mejores y más tranquilos.

Hoy, el puñado de vecinos del barrio Los Charabones, junto a la gente que vive en las fincas de la zona, piden más seguridad y especialmente que el centro de salud del lugar atienda las 24 horas. Parecen temas distintos pero se verá que en ese pueblo son asuntos entrelazados.

El centro de salud 77 de Colonia Alto Montecaseros funciona en una pequeña vivienda de dos habitaciones y patios descuidados. Es una casa solitaria de vecinos distantes y tiene sus ventanas selladas con ladrillos, como recurso extremo para evitar que los ladrones vuelvan a entrar y se lleven lo poco que hay: una heladera y algunos remedios.

“Hasta hace unos meses había una enfermera que vivía acá y entonces podía atender a los vecinos por las tardes, pero se cansó de la inseguridad y se fue asustada”, cuenta Mariela, que es la única enfermera que queda pero que atiende solo hasta el mediodía y sin radio, porque la que hay está rota y entonces, ante una emergencia, debe usar su celular.

-¿Qué le pasó a su colega?

-Una noche se le quisieron meter ladrones; pendejones (sic) de acá que se han vuelto dueños de la zona y a los que la policía no mete presos. El problema es que esto es muy solitario y entonces nadie quiere trabajar acá -dice la muchacha y parece ser cierto: en la zona no hay destacamento policial y los rondines del pueblo vecino son escasos.

Frente al centro de salud 77 y cruzando la ruta, se levanta un laberinto de paredes derrumbadas en donde alguna vez funcionó la escuela Jubal Benavídez y que hoy suelen usar los delincuentes para ocultarse de las miradas.

Cuando la enfermera Mariela cierra la sala y se va, la gente queda a la buena de Dios en cuestiones de salud.

Lo más cercano entonces es hacerse atender en el pueblo de Montecaseros, para lo que hay que andar 12 kilómetros, pero ante cualquier emergencia no queda otra que ir al hospital Perrupato a casi 30 kilómetros, por una ruta solitaria y eternamente llena de baches.

“Lo que pedimos es una persona que viva en el centro de salud y que esté autorizada para atender. Nos dicen que no hay presupuesto pero la plata tiene que aparecer porque acá está lleno de niños”, dice Estela Olguín.

Hoy, la zona de la Colonia Alto Montecaseros ha retrocedido, el vino no tiene valor para el productor y se observan muchas fincas abandonadas, viñedos enteros que desaparecieron entre los montes testarudos que volvieron a recuperar terrenos.

Y perdidas entre esos campos de arbustos amarillentos hay casas abandonadas, de techos derrumbados y yuyos que asoman por los huecos de las ventanas. Algunos, tal vez con la intención de volver un día o con la ilusión de no perderlo todo, han tapiado con ladrillos puertas y ventanas antes de irse.

“Ésta es zona de gente humilde, que sobrevive con las tareas del campo, pero aunque sea difícil seguimos acá, porque es nuestro lugar y precisamos que nos atiendan, que nos escuchen”, pide doña Petrona, e insiste: “Los grandes más o menos nos las arreglamos ,pero hay mucho niño que precisa tener atención cerca cuando hace falta”.

Junto a la enfermera Mariela hay un médico clínico que atiende cuatro días a la semana, siempre por la mañana; los miércoles el doctor no va y a veces se da que también falta otro día. “El lunes no hubo nadie en toda la mañana”, asegura don Tito Alcano, que sufre de presión alta y que por eso mismo debe controlarse todos los días.

Pese a que el centro de salud 77 no tiene ninguna especialidad y no hay allí ginecólogo, dentista y ni siquiera un pediatra, los vecinos se conformarían con poco. Solo piden “una persona que viva en el centro de salud y que esté autorizada para atender”. Habrá que ver si son escuchados y lo consiguen.

Un padre denuncia mala atención en el Scaravelli

Dos veces, y desde distintas instituciones sanitarias, fue derivada con el diagnóstico de apendicitis una pequeña de 13 años al hospital regional Antonio Scaravelli del Valle de Uco y en las dos oportunidades la enviaron de nuevo a su casa.

Después de casi dos días sin presentar mejorías -la fiebre y los vómitos persistían- su papá la llevó al Notti hace una semana, donde la internaron enseguida por una peritonitis aguda y la debieron operar de emergencia.

“Si esperaba unas horas más, se me muere”, comentó conmovido David Alfonso, el papá de Candela. La adolescente todavía sigue internada en el hospital pediátrico, pero los médicos son optimistas en que pronto podrá volver a su vida habitual.

“No tenemos un cirujano pediátrico y, a veces, estos cuadros son difíciles de detectar. Tampoco queremos hacer mover a toda la familia, por algo menor”, explicaron desde el Scaravelli.

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