Largas filas en los hospitales, escasez de vacunas, parques cerrados y más de 50 muertos en 2018: un brote de fiebre amarilla acercándose a áreas urbanas del Estado brasileño de San Pablo obligó a extremar medidas para contener el pánico y la enfermedad.
Los números de la Secretaría de Salud regional a simple vista asustan: el Estado de San Pablo registró 53 casos y 16 muertes por fiebre amarilla en todo 2017, pero en las primeras semanas de 2018 el balance casi se triplicó llegando a 134 casos y 52 muertes.
San Pablo encabeza esas preocupantes estadísticas este año, seguido por los Estados Minas Gerais y Río de Janeiro, en el segundo brote consecutivo en el sureste del país.
En 2017, Brasil registró 777 casos y 261 muertos en el primer semestre, correspondiente a las estaciones cálidas, cuando la enfermedad se manifiesta con más fuerza.
Durante las últimas semanas, miles de personas pasaron horas haciendo filas frente a los centros de vacunación en San Pablo. La demanda inesperada acabó con el stock y aumentó el nerviosismo en el Estado más poblado de Brasil (45 millones de habitantes).
Para evitar tumultos y garantizar la inmunización en las áreas de riesgo, las autoridades adelantaron una campaña de vacunación pero restringieron su alcance a las zonas más expuestas, y fue necesario entregar números casa por casa, limitando el cupo a los residentes de esas áreas.
La escasez también llevó a las autoridades a fraccionar las vacunas, aplicando una quinta parte de la dosis por persona, con una validez -afirman- de hasta 8 años, mientras la dosis integral dura de por vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por ahora en la ciudad de San Pablo sólo es posible vacunarse en los centros de salud incluidos en la campaña. Los demás centros médicos exhiben carteles que advierten: "No hay vacunas". Las clínicas privadas, que cobran hasta 200 reales (U$S 60) por la dosis, que es gratuita en el sistema público, esperan un nuevo stock a fines de febrero.
Los humanos contraen la fiebre amarilla al ser picados por un mosquito que antes picó a un primate infectado. Éste es el ciclo silvestre de la enfermedad, presente en zonas boscosas de Brasil, donde se priorizó la inmunización humana.
El pánico llegó a la ciudad de San Pablo en octubre, cuando dos monos murieron en un parque de la zona norte de la capital producto del virus.
Más de 60 simios fallecieron desde entonces, algunos de ellos abatidos por personas, según denunciaron funcionarios del Parque Ecológico Sao Carlos, que adoptaron dos monos huérfanos después de que su madre muriera apaleada.
La expresión urbana del virus, ausente de Brasil desde 1942, se produce cuando el mosquito transmite la enfermedad de una persona enferma a una sana. La alta mortandad y la aparición de casos en zonas urbanas asusta a los habitantes de la ciudad de San Pablo en pleno verano.