Cuando las autoridades brasileñas atajaron la criminalidad a principios de esta década, abrir las favelas ubicadas en las colinas de Río de Janeiro al turismo parecía una idea ganadora. Las vistas son impresionantes, los residentes podían ganar algo de dinero y los visitantes extranjeros verían otra parte de la ciudad y no solo la playa de Copacabana.
Ahora, una nueva oleada de violencia en esas comunidades reaviva una preocupación: ¿Son las favelas seguras para visitarlas?
Las favelas de Río, famosas por la oscarizada película "Ciudad de Dios", son conocidas desde hace tiempo por las drogas y el crimen. Pero los grupos de viviendas improvisadas que se extienden por las colinas de la ciudad son también el lugar de nacimiento del desfile de Carnaval, la samba y el arte callejero.
Como parte de los preparativos que comenzaron en 2008 para albergar los Juegos Olímpicos, las autoridades presionaron para hacer que estas zonas antes prohibidas fuesen más seguras al perseguir a las bandas de narcotraficantes. La profunda crisis económica que atraviesa el país ha exacerbado la profunda desigualdad existente y provocó recortes en la financiación de las fuerzas de seguridad, y las autoridades admitieron que han perdido nuevamente el control de la mayoría de las barriadas que en su día declararon "pacificadas".
"La cuestión es muy compleja para decir simplemente si es seguro o no", dijo Marcelo Armstrong, que lleva 25 años llevando turistas a las favelas.
"Depende de dónde, depende del día, depende de las circunstancias. Esta es la realidad de Río ahora".
Este año, Río ha registrado una media estimada de 15 balaceras diarias entre policías y bandas fuertemente armadas. Cientos de civiles, muchos de ellos residentes en las favelas, han muerto o resultado heridos en el fuego cruzado.
Un estudio realizado por la Confederación Nacional de Comercio y Turismo concluyó que el incremento de la delincuencia provocó pérdidas de 200 millones de dólares en el sector turístico de Río entre enero y agosto de este año. En 2015, la ciudad ganó 5.000 millones de dólares con el turismo.
Aunque en ocasiones los turistas han recibido disparos al desviarse accidentalmente hacia las favelas, el reciente fallecimiento de una española a manos de la policía puso de manifiesto la inseguridad en Río y sus favelas.
En octubre, la policía abrió fuego contra el auto en el que viajaba María Esperanza Jiménez Ruiz y sus familiares durante una visita a una de las favelas más populosas de la ciudad, Rocinha, que ha estado en el centro de una sangrienta batalla entre bandas rivales y la policía.
Las autoridades alegan que su conductor no se paró en un control policial y que manejaba un vehículo con las ventanas oscurecidas que no estaba identificado como perteneciente a una empresa de viajes. El conductor dijo que no vio el control y que nadie le pidió detenerse. Dos agentes están siendo investigados por un posible homicidio y las autoridades anunciaron que presentarán cargos contra el guía y la agencia por no haber informado a los turistas sobre los riesgos de visitar la barriada.
"Entiendo la curiosidad de los turistas y entiendo el deseo de la comunidad de ser parte de la ciudad", señaló Valeria Aragao, directora de la policía turística de Río e investigadora en el caso. "Lo que no entiendo es la actitud irresponsable de una agencia de viajes y de un guía para elegir y animar a visitar ese lugar, cuando hasta los residentes se sienten inseguros".
Aragao reconoció que los guías no tienen acceso a los reportes oficiales de la policía y deben fiarse de las informaciones publicadas en los medios y los guías locales para evaluar si la visita es segura. En respuesta al incidente, las autoridades turísticas y de seguridad han creado un comité para regular el turismo en estos barrios marginales.
El gobierno local está considerando además pedir a las agencias que ofrecen visitas a las favelas que tengan un seguro de responsabilidad y que informen a la policía de la zona antes de cada visita. Las empresas tendrían que trabajar con un guía local y trasladar a los turistas en un auto identificado y sin los cristales oscurecidos.
Armstrong, el guía turístico de las favelas, dijo estar preocupado porque las autoridades trasladen la culpa de la muerte de la turista de la policía al sector.
"Habrá un día en el que las agencias de viajes serán acusadas de exponer a sus clientes a riesgos porque están caminando por Copacabana", señaló.
"Si el gobierno no puede garantizar la seguridad, es su culpa y de nadie más".
Unos días después del deceso de la turista española, Michiel Wijnstok, un turista holandés, participó en la visita de Armstrong a Vila Canoas, una favela que rodea el elitista club de golf Gavea.
"Escuchas las historias", dijo Wijnstok, un gestor financiero que visitaba Río por primera vez. "Pero quería verlo con mis propios ojos".
En el tour, de una hora de duración, el grupo recorrió callejones a la sombra de un entramado de cables eléctricos y escuchó a Armstrong explicando la historia de las barriadas marginales y su arquitectura. Parte de los 25 dólares que paga cada uno de los participantes se destina a dos escuelas de la favela, gestionadas por asociaciones benéficas.
Al final de la visita, los turistas pidieron caipiriñas en un bar e intercambiaron sonrisas con los vecinos, que les dieron las gracias por la consumición.
Para muchos de los residentes en estas comunidades, el turismo es un salvavidas en un lugar donde los empleos formales escasean.
Andreia Cavalcante vende bocadillos y bebidas a los extranjeros y a sus conductores en un puesto en la favela Vidigal, que está sobre el lujoso barrio de Leblon. En un fin de semana normal, Cavalcante solía ganar 480 dólares (1.600 reales) vendiendo pasteis - un sabroso hojaldre relleno de carne o queso-. Ahora obtiene aproximadamente la mitad.
"Esto se debe a que la comunidad es un poco inestable con todo lo que está sucediendo", explicó.
Cerca de la parte más alta de Vidigal, los turistas pueden alojarse en el hotel Mirante do Arvrao, donde una suite con vistas panorámicas de la ciudad y el océano cuesta 170 dólares por noche. Los fines de semana, los bares del barrio ofrecen samba en directo y se llenan de brasileños y visitantes.
Daniel Graziani, un propietario del hotel que reside en Vidigal con su esposa y su hija de un año, dijo que ve un futuro brillante para el turismo de favelas, pero que la preocupación por la seguridad va en aumento.
Recientemente se ofreció a reubicar a una pareja que llegaba de París en otro hotel por una operación policial en la barriada. Los clientes se opusieron. La operación terminó un par de horas más tarde y los visitantes tuvieron una estadía segura en el Mirante do Arvrao.
Según Graziani, es prematuro decir que ya no es seguro visitar las favelas y cree que, a pesar de la confusión, el turismo en Vidigal tiene futuro. Sigue ofreciendo el paquete "Experiencia Favela" por el que los turistas pueden pasar el día aprendiendo a hacer feijoada -un guiso de carne y frijoles- o volar una cometa típica o "pipa".
"La gente sigue estando interesada en otro tipo de turismo que va más allá del de masas", dijo.