En estos momentos de reflexión y profunda conmoción mundial estoy impactada por las distintas imágenes que nos brindan los medios nacionales e internacionales ,
Frente al rezo universal por la paz en tiempos pascuales, veo explotar la Madre de todas las bombas sobre Afganistán detonando monstruosa en las fronteras de Paquistán. Las informaciones se entrecruzan según provengan de Estados Unidos, Rusia o Siria. Sin embargo no hay voz para los miles de muertos, inocentes o no. Pero lo que más me conmueve es ver a los niños de la guerra en sus éxodos solitarios y peligrosos. Miedo, hambre, abandono. Niñez y adolescencia en un verdadero Vía Crucis contemporáneo.
Las declaraciones de guerra de Corea del Norte y un desfile descomunal de armas y soldados que parecen robotizados por un dirigente fanatizado por el poder, que pone el peligro a toda la humanidad. Corea del Norte ha llevado a cabo cinco pruebas nucleares, dos de ellas el año pasado. Un análisis de imágenes por satélite sugiere que podría estar preparando un sexto. Otra vez el miedo como signo de la época en la que vivimos.
El ansia de poder desde siempre nos condena. El poder que nos condena a una ética de náufragos.
Noam Chomsky, el prestigioso filósofo y padre de la lingüística moderna, se interroga en su último libro “¿Quién domina el mundo?” (Ediciones B. Buenos Aires, 2.016). En un análisis riguroso, nos alerta sobre los peligros y conflictos en un escenario mundial cada vez más caótico y destructivo.
Pasamos a ver las imágenes de Venezuela y el peligro del pensamiento único de su presidente, otra vez las ansias dictatoriales de representantes del populismo latinoamericano. Mientras, el "pueblo" al que dicen representar, es reprimido o comprado por la corrupción, el miedo y la fuerza bruta del poder. Venezuela vivió el jueves pasado una nueva jornada de enfrentamientos entre manifestantes opositores y policías cuando se confirmó la muerte de una quinta persona desde el inicio de las protestas hace casi dos semanas.
Imágenes aterradoras provienen de África, la odisea diaria de niños, obligados por los marabús a pedir limosna en las calles de Dakar (Senegal). O los niños bomba como herramienta del terror. En lo que va del año, Boko Haram ha utilizado a 27 menores manipulados o secuestrados para cometer atentados. Y siguen las imágenes dantescas de niños desnutridos y abandonados.
El panorama es abrumador cuando conocemos, ya sea por los medios o por observaciones de campo, la situación de niños y adolescentes en nuestro país.
Un estudio del Observatorio de la Deuda Social, correspondiente a la entidad educativa, reveló que uno de cada cinco chicos padece problemas de nutrición.
Los comedores escolares representan la cobertura alimentaria diaria de uno de cada cuatro niños argentinos.
Si a estos graves signos de vulnerabilidad agregamos la cantidad de niños y adolescentes que se encuentran trabajando en las peores formas de trabajo infantil y la crisis de la escuela pública devastadas en su calidad por la incidencia salarial, las respuesta políticas de los sindicatos docentes, las huelgas, los resultados de las evaluaciones educativas y los recursos mediáticos de los integrantes de Ctera, Baradel y otros, con ostentación en una "carpa itinerante" que es más un merchandising anti Gobierno. Las remeras con la frase "Macri Gato". Merchandising más de propaganda política que de ideas. Estamos en un verdadero drama con nuestros niños y adolescentes.
Se enseña con el ejemplo. Y ciertamente estos hechos no son la mejor enseñanza que niños y jóvenes reciben.
Necesitamos no sólo oraciones sino acciones concretas. Acciones como las que lidera el Dr. Abel Albino en su lucha contra la desnutrición. Como el cambio que ejecuta la Dinaf en Mendoza; con el traslado de niños de Casa Cuna, según anunció la subsecretaria de Desarrollo Social, Marcela Fernández, una obra largamente esperada y retrasada por anteriores gestiones. La labor de Copreti para la erradicación del trabajo infantil en la provincia; el Banco de Alimentos, Organizaciones como Fundacer, Asociación Conciencia, Cáritas, Apando, Fedem y tantas otras que brindan su esfuerzo en un voluntariado digno de destacar.
Pienso, entonces, en que si las personas son empujadas por la apatía, el miedo, la indiferencia por la res pública, por el consumismo, por el espectáculo, por el odio al diferente, por la mediocridad y la ignorancia, por el poder de dominio: la paz no es posible. Pero si vuelvo la mirada a las obras concretas de quienes estudian y trabajan por el bien común, la paz deja de ser una utopía universal.
Por la causa de los niños y adolescentes.