El reloj marcó las 17.05 en punto y Nahuel Viñas dio el silbatazo inicial. Sacó Maipú, retoque entre Vuanello y Gatto y pase para atrás para que recibiera Emiliano Fernández. Casi en paralelo, Arce, Lucero y González lo fueron a presionar. El 5 ya hizo un pase incómodo.
Esa acción marcó los únicos 45 minutos de juego. El Perro asfixió a su rival. No lo dejó jugar, pensar. Nada. Por las características de sus jugadores (en el medio un solo jugador defensivo: Vélez), la tenencia y la circulación de balón fue su mayor arma. Su virtud. Por esta razón, colectivamente fue mucho más que el Botellero.
Como plus, todo se simplifcó a 4 minutos. Maipú no pudo cruzar la mitad de la cancha y el Celeste tuvo un tiro libre y un córner. Centro al corazón del área, Juncos ganó y peinó al segundo palo, entró Lucero y reventó el arco de Oscar Olguín.
De inmediato, otra pelota parada y otra vez el “Torito” ganó de cabeza en el área e hizo temblar el arco del Cruzado porque la pelota dio en el poste. Gutiérrez merecía mucho más. Lo tuvo Arce, lo tuvo Juncos, pero fue derribado por Pucheta. Falta y expulsión. Era un tsunami Celeste pero llegó lo peor, entretiempo y suspensión.