En una sentencia ejemplar, el bailarín de tango Sergio Sosa fue condenado ayer a 11 años y seis meses de prisión por tentativa de homicidio agravado (el agravante es tentativa de femicidio y se aplica por primera vez en la provincia), y amenazas en concurso real, por golpear ferozmente a su ex pareja, la comerciante sanrafaelina Laura Girala, la madrugada del 31 de diciembre de 2012.
La lectura del fallo del tribunal fue breve e interrumpido por el llanto de las mujeres que acompañaban a Girala en cuanto se escuchó la condena y los aplausos de todos los presentes. La comerciante aguardó el fallo sentada junto a otras dos ex parejas de Sosa que sufrieron situaciones similares a la denunciada por ella, y juntas lloraron abrazadas.
"Es un antes y un después en mi vida, estoy conforme con la sentencia", dijo Girala. "Lo más difícil es hacerle entender a mis hijos que son chicos qué es lo que pasó y que ésto no tiene que pasar ", agregó. Además instó a otras mujeres "a denunciar los malos tratos, los golpes, que actúen rápidamente porque 24 horas fue tarde para mí; nadie se merece que la maltraten".
Junto a ella el abogado querellante Tíndaro Fernández señaló que "es un triunfo jurídico ya que el tribunal consideró que se trató de un intento de homicidio y no de lesiones graves como pedía la defensa". Y agregó: "Este es un mensaje político sin banderías políticas, es necesaria la creación de la comisaría de la mujer. Es un ejemplo para la Argentina (el fallo), pero este es un caso aislado; esto lo viven miles de mujeres y tenemos toda la legislación, sólo hay que ponerla en práctica".
Cerca de las 19.30, en la Primera Cámara del Crimen compuesta por los jueces Julio Bittar, Ariel Hernández y Rodolfo Lúquez se dio lectura de la sentencia. La sala de debates resultó chica y debieron dejar las puertas abiertas para que escuchara la gente agolpada en el pasillo. Sosa hizo uso de su derecho de no estar presente durante la lectura de la sentencia y fue llevado a una sala contigua, mientras la gente del público le gritaba "cobarde", entre otros adjetivos.
Cabe recordar que el fiscal Norberto Jamsech durante los alegatos solicitó 13 años de prisión para Sosa y mantuvo la acusación de tentativa de homicidio agravado por el vínculo, alevosía y violencia de género (o intento de femicidio), más amenazas graves. Mientras que el querellante, Tíndaro Fernández, representante de Girala, también mantuvo la acusación aunque consideró que al acusado debía ser condenado a 16 años de cárcel por tratarse de una persona impulsiva, sin frenos inhibitorios, proclive a la violencia y con rasgos paranoides y psicopáticos En la mañana de ayer, los abogados defensores Rufino Troyano y Ariel Lizardes solicitaron en su alegato tres años de prisión para el bailarín, por considerar que la agresión debía encuadrarse en "lesiones graves agravadas por el vínculo".
Además había pedido la absolución de culpa y cargo para el cargo de "amenazas graves" al interpretar que no las hubo. También solicitaron que con la sentencia se ordene un tratamiento psiquiátrico para el bailarín. Tras los alegatos, cuando el tribunal le permitió expresar unas palabras, Sosa le pidió perdón a Girala. "A pesar que mi violencia la tuve en la calle, con ella se manifestó en una situación de celos y de inseguridad mía, por miedo a perderla. Le pido perdón de todo corazón, yo sé que no voy a arreglar nada". Y agregó que "siempre quise recuperarme; sentía que tenía una falla en mí, algo que me hacía reaccionar, pero nunca nadie pudo decir que quería matar".
Los hechos
La madrugada del 31 de diciembre de 2012, Sosa ingresó al patio de la casa de Girala donde la esperó que entrara su auto para atacarla ferozmente con un trozo de leña, propinándole una paliza que determinó su internación por varios días. Los gritos de Girala alertaron a una vecina quien dio aviso a la policía, que desde el otro lado de la pared vociferaba pidiendo ayuda. Fue cuando el agresor se dio a la fuga y recién se entregó a la Justicia dos días después. Desde entonces permaneció en la cárcel hasta el juicio.
Debido a los golpes recibidos en la cara, cabeza, brazos y manos, Girala padeció de trastorno de equilibrio -vértigo postraumático- dolores de cabeza, problemas de vista, entre otras cosas, y debió recibir asistencia psicológica desde entonces hasta la actualidad.