El Programa provincial de Obesidad Mórbida está prácticamente suspendido. Es que el presupuesto que recibió este año es 70% inferior al del año anterior, a lo cual hay que sumar los estragos que causa la inflación cuando de adquirir insumos médicos se trata.
De hecho, ya el año pasado se había hecho difícil seguir con el ritmo de 50 cirugías bariátricas anuales acordado originalmente y sólo se realizaron alrededor de 30. Y en lo que va de 2016 han sido sólo 8, la última en abril, una diferencia importante respecto del ritmo que se traía de practicar una por semana.
El programa surgió en 2006 con la intención de dar respuesta a pacientes con obesidad mórbida que no tuviesen cobertura médica. Su sede es el hospital Antonio Scaravelli de Tunuyán, donde el Estado propuso un abordaje integral e interdisciplinario que tiene como objetivo final la realización de la cirugía bariátrica.
El ímpetu de los primeros años se fue perdiendo y primero disminuyó la cantidad de cirugías y ahora directamente están suspendidas. Las malas condiciones que arrastraba el sistema de salud público y el afán por recortar, ordenar y reasignar de la actual gestión han terminado por darle casi un golpe de gracia al programa.
En el medio están los pacientes, que viven con la misma incertidumbre y desazón que los profesionales del programa una situación que los tiene en vilo: no hay respuestas, no hay fechas, no hay fondos. Actualmente hay 26 personas en lista de espera en condiciones de ser operadas, un listado que sin embargo se actualiza permanentemente.
Según explicó el cirujano Alejandro Birman, a cargo del programa, nunca tuvo un presupuesto asignado por ley. “El programa no tiene sus propios recursos, tiene asignada una proporción de lo que llega de Juegos y Casinos que está supeditada a lo que decida el gobierno”. Así, a comienzos de cada año se asignaba una suma que en 2016 tuvo una reducción muy drástica.
Ignacio Bordoi, gerente administrativo del Scaravelli, detalló que el año pasado se había asignado un presupuesto de 600 mil pesos mientras que este año han sido sólo 200 mil (NdR: el ministro -ver aparte- da otra cifra). En este contexto y con los costos actuales se hace imposible operar, aunque se sostiene el resto del programa, que tiene que ver con el seguimiento de los pacientes.
Frustración
El tiempo es cosa seria en estas cuestiones, sobre todo si se tiene en cuenta que la previa de la intervención es bastante prolongada. Una persona que llega a una indicación de cirugía bariátrica ha recorrido un largo camino.
Ha vivido muchos años cargando sobre su esqueleto un peso que excede sus capacidades, lo que le ha generado problemas de diversa índole, entre ellos enfermedades asociadas que deterioran su salud física, por no hablar de la mental.
La cirugía aparece por eso como una esperanza para recuperar calidad de vida y, por qué no, de lograr objetivos postergados. En casos severos lo que está en juego es la vida misma.
Para quienes no tienen obra social, esta asistencia estatal es la única esperanza. Es que en el ámbito privado la cirugía puede rondar los 90 mil pesos, inalcanzable para quienes no pueden pagar ni siquiera una cuota mensual por atención sanitaria.
A ellos no les importa demasiado trasladarse hasta Tunuyán, en tanto y en cuanto le ofrezcan una oportunidad de acariciar una vida mejor.
Y La demanda es constante: “Como receptor de la primera consulta tengo un promedio de entre 8 y 10 pacientes nuevos por semana”, explicó Birman, mientras que los turnos están dados hasta noviembre.
Claramente, “las cirugías realizadas este año han sido insuficientes -aceptó el cirujano- y la situación no nos deja la posibilidad de elegir pacientes, ya que todos tienen la misma necesidad”.
Alejandra (42) es una de ellas y realiza el seguimiento de su salud con los especialistas. En primer lugar destacó que los turnos para control con la nutricionista y el psiquiatra se dan cada tres meses, aunque también dijo que lo acepta por tratarse del sistema público que gratuitamente le da la posibilidad de acceder, ya que de otro modo no podría.
Ella contó que deber bajar 10% de su peso para llegar a la operación, pero que le está costando mucho lograrlo. La semana pasada, cuando tenía turno para uno de los controles, se sorprendió: “Siempre estaba lleno de gente y esta vez sólo había cuatro personas, lo que me llamo la atención”. Además, dijo que para darle el próximo turno le ofrecieron agosto y le dieron a elegir entre varias opciones.
Así se enteró de que las cirugías estaban suspendidas lo cual -sostuvo- lo vivió como algo muy frustrante, “porque con entusiasmo venía haciendo un gran esfuerzo para lograr un objetivo y ahora no sé si realmente podré concretarlo”.
“Han quedado muchas cosas en el camino por culpa de esta enfermedad, entre ellas que no he querido tener hijos porque sé que es riesgoso para mí y la criatura -relató-. Ahora tengo presión alta, tengo antecedentes familiares de problemas cardíacos, piernas hinchadas por lo mismo y necesito hacerlo cuanto antes porque ya siento molestias en las articulaciones”.
Por otra parte, Alejandra mostró su preocupación por el hecho de que al no enviar el Gobierno el dinero para el programa se siguen acumulando las cirugías pendientes, lo cual dilatará aún más los tiempos de los pacientes.