Con las elecciones primarias abiertas de hoy comienza a definirse el año electoral nacional, que tiene como principal objetivo la elección presidencial para los próximos cuatro años.
No ha sido hasta ahora un año sencillo desde el punto de vista institucional; las causas por corrupción que se ventilan en los tribunales federales se encontraron con múltiples obstáculos en virtud del camino hacia las urnas y sus derivaciones. Rencores y revanchismos condujeron a una inevitable polarización de conglomerados políticos que derivó en reagrupamientos impensados por muchos hasta no hace tanto tiempo, en especial en el espacio liderado por el kirchnerismo.
La crisis económica, que golpea a los sectores del trabajo y la producción básicamente y de la que es principal reponsable, obviamente, el gobierno nacional, no hizo otra cosa que consolidar el clima de tensión política ya habitual en toda campaña hacia las urnas.
Y fue uno de los argumentos de los que se valió la principal coalición de oposición para sumar voluntades partidarias y gremiales en una unión preelectoral que parecería asegurarle un respaldo popular muy importante en esta jornada.
Esa marcada polarización de ideas y encolumnamientos, lamentablemente no hizo otra cosa que profundizar la grieta social que nos marca a los argentinos desde hace ya varios años. Una división antipática, basada más en el empecinamiento que en el razonamiento y el debate de ideas y que no sólo tuvo su origen en los tiempos de gobierno del kirchnerismo; es real que mucho contribuyó a su fortalecimiento la inamovible estrategia del actual espacio oficialista de confrontar con determinadas figuras de la política reciente, especulando con el descrédito que pudiese surgir del desgaste de una gestión de una década en la que quedaron a la luz hechos de corrupción pocas veces vistos con tanta claridad en la Argentina de los últimos tiempos.
Otra lamentable consecuencia de la fuerte polarización a la que se llega a las PASO de hoy es la falta de competencia en esta convocatoria para la definición de las principales candidaturas. La imperiosa necesidad de definir posicionamientos llevó a casi todos los actores del escenario electoral a buscar cerrar acuerdos que garantizaran bloques sólidos para competir con un adversario de las mismas características. Y no sólo no se definen hoy opciones dentro de una misma agrupación o frente, sino que la tremenda polarización también terminó anulando de antemano las oportunidades competitivas de terceras fuerzas que se hubiesen presentado como alternativas para quienes hoy tienen la tremenda duda de tener que decidirse entre lo que está y puede no llegar a convencer o volver a un pasado reciente no del todo deseado.
Así piensa más de la mitad del electorado argentino convocado para esta nueva instancia. Es por eso que el resultado que arrojen estas primarias abiertas mucho podrá servir para conjeturar sobre lo que pueda llegar a producirse a fines de octubre, cuando se convoque otra vez al voto ciudadano para la definitoria elección presidencial.
Por lo tanto, es de esperar que luego de la jornada de hoy la tendencia de los actores principales de este año electoral se encamine hacia un clima de mayor tolerancia y de debate serio y responsable de propuestas. Todo esto, más allá de que los resultados que se obtengan en esta oportunidad marquen o no tendencia hacia la convocatoria definitoria.
Ante la falta de opciones electorales por culpa de la forzada polarización reinante, es indispensable que la sociedad argentina cuente de ahora en más con niveles tolerables de disenso en lugar de posturas casi irreconciliables que no nos permiten definir con seriedad qué país queremos los argentinos.