Aquella mágica solución tecnológica no ha llegado aún. Sólo esos goles que picaban en la línea, centímetros más o milímetros menos, representan la justicia pura: le suena o vibra el reloj al juez, y no hay vueltas: ser o no ser. Chau, a otra cosa.
Después, hablemos del VAR. Ahi seguiremos discutiendo porque hay algo muy simple: dependemos del ojo humano, y el famoso y mal afamado: criterio arbitral.
Vamos a los ejemplos que nos tocan: Pavón cayó en el área ante Islandia y el juez, aquel polaco Marciniak no lo cobró. En su criterio, no fue penal. Pero la gente que estaba en el centro de seguimiento, el VAR, tuvo la chance de ver la repetición, bien pudo considerar que había penal, y antes que se reiniciara el juego, debió avisarle.
Como ocurrió en debut de Francia ante Australia. El juez no vio infracción a Griezmann y sin embargo, desde arriba le frenaron la jugada, para que interviniera la ayuda tecnológica.
Se cobró la pena máxima y el marcador se inclinó. Entonces, se depende de un árbitro, tan mortal y falaz como el que está en la cancha, para decidir.
Como le tocó decidir ayer a nuestro Mauro Vigliano en el partido de Suecia. El salvadoreño Joel Aguilar no vio un claro penal en el primer tiempo a un delantero sueco, cuando arreciaba el juego brusco coreano, y Vigliano lo acompañó, dejándola pasar.
En el segundo, otro penalazo se le estaba pasando por alto al centro americano y Vigliano, desde arriba, lo paró. Se cobró el penal, y así Suecia logró el triunfo nada menos.
Esta claro, por ahora, la ayuda tecnológica acompaña, pero es manejada por humanos tan falibles como cualquiera.