El político debe oír la voz del pueblo

Es preocupante el clima social que otra vez parece renacer, mediante el cual el ciudadano común separa el “nosotros” del “ellos” cuando elabora sus interpretaciones políticas. Vale decir, “nosotros” incluye al pueblo llano piense como pensare, mientras qu

El político debe oír la voz del pueblo

Una mirada objetiva y serena de la realidad política e institucional, del país y la provincia, revela indicios preocupantes de debilitamiento de la democracia representativa y republicana. No está en juego la validez de la democracia ya que la inmensa mayoría de la población sigue creyendo que es la mejor forma de gobierno; tampoco se proponen alternativas a tal sistema.

Pero a la vez se perciben síntomas de cansancio en la sociedad, una especie de aceptación resignada de que nuestra organización política y sus dirigentes no están en condiciones de encontrar soluciones a los problemas mas acuciantes que afectan a la población.

Y aun más debería llamarnos la atención que esos problemas no son tantos, pero sí graves. En primer lugar, la inseguridad o el delito, muchas veces asociado a la corrupción. En el orden económico, la inflación aparece en primer término, y las expectativas son de aumento persistente del flagelo.

Ninguno de estos dos problemas aparece en los discursos de la Presidenta, son términos impronunciables, son realidades negadas, son “sensaciones” de algunos. Para ella los problemas son otros, como los medios de comunicación críticos que “fabrican” el estado de ánimo de la sociedad. Cada día se percibe con mayor intensidad que el gobierno está muy lejos de los problemas cotidianos de los seres de carne hueso, inmersos en la siempre difícil tarea de vivir.

De vivir en un medio que, ante la impotencia del Estado para resolver los problemas, deviene hostil, pesado, violento. Es frecuente en la conversación cotidiana de la gente común oír la expresión “ellos están en otra cosa”, es decir no están en las “nuestras”. Ese “ellos” engloba tanto a los políticos que están en el gobierno como a la oposición.

Incluso en la provincia de Mendoza esas actitudes están creciendo, con posiciones a veces cambiantes o confusas entre oficialismo y oposición a través de un constante “te doy, me das”.

Mientras tanto, el problema del delito, de la seguridad de la vida y los bienes de las personas, responsabilidad del gobierno de la Provincia en gran parte, abruma a la sociedad toda. A unos más, a otros menos, pero el delito, cada vez con una violencia mayor y gratuita, nos afecta a todos. Barrios enteros convertidos en prisiones enrejadas.

El miedo se extiende, tanto cuando estamos en la calle como en nuestras casas. Hemos debido modificar hábitos tan nuestros como pasear por las calles y las plaza, lugares ahora peligrosos; espacios cada vez más en manos de los violentos, de los delincuentes. Y ese hombre común y corriente se pregunta quién se ocupa de “nosotros”, ya que “ellos”, los políticos, están ocupados en sus asuntos.

Este es el punto en el que hay que reflexionar en serio, por que parece que no aprendimos nada de las consecuencias del “que se vayan todos” y que nos encaminamos a tropezar otra vez con la misma piedra. La dirigencia política se va pareciendo a una más de las tan cuestionadas “corporaciones”, o por lo menos bastante gente lo ve así.

El debate de ideas, de propuestas concretas para resolver esos problemas que nos abruman, es escaso y pobre. El Estado parece estar vaciado de capacidad técnica para enfrentar los problemas de una sociedad compleja, ya que a lo largo de varias décadas se ha llenado de las clientelas políticas de turno.

Es hora de que quienes se sienten políticos de verdad asuman los verdaderos desafíos que les reclama el pueblo.

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