Políticas para transformar una provincia en crisis

Cuando San Martín llegó a Mendoza en 1814 el tesoro estaba exhausto, el sistema tributario era insuficiente y la comercialización de los productos hacia Chile se encontraba trabada. Como gobernador intendente, tomó medidas para modificar el panorama.

Políticas para transformar una provincia en crisis

Entre 1814 y 1817, Mendoza se convirtió en un punto clave para la gesta libertadora. Es que el General San Martín eligió nuestra provincia para formar el Ejército de los Andes y desde aquí partir hacia Chile para concretar su plan independentista. Pero previamente tuvo que ocuparse de ordenar y volver próspero un territorio que se encontraba en una profunda crisis.

Para ello tomó una serie de medidas económicas, a las que le sumó otras sanitarias, educativas, arquitectónicas, sociales que la transformaron y que, de alguna manera, aportaron a la Mendoza de hoy.

“San Martín se hace nombrar gobernador intendente de Cuyo por el director supremo de ese momento, Gervasio Antonio Posadas, para poder desarrollar su famoso plan continental”, comenzó a relatar Elvira Búcolo, historiadora y directora del Archivo General de la provincia.

El 10 de agosto de 1814 es nombrado y el 8 de setiembre toma posesión del cargo que tenía injerencia también en San Juan y San Luis.

“Cuando llega a Mendoza se encuentra con una provincia en crisis: el tesoro exhausto, el sistema tributario insuficiente y la comercialización de los productos que habitualmente se hacían con Chile trabada, porque estaba en manos de los realistas, que no los dejaban pasar”, continuó la experta, y enumeró que se trataba de vinos, aguardientes, dulces, carnes, frutas secas, cueros, entre otros.

"Economía de guerra"

Ante este panorama el Libertador establece una “economía de guerra” ya que reduce gastos, baja sueldos, optimiza gastos y estimula donaciones, tal como detalló la historiadora. También se centra en el fomento de la agricultura a través del cultivo y colonización de los barriales.

“En esa época había muchos pantanos en el Este y una de las órdenes de San Martín fue su desecación para recuperar la tierra y cultivarla con alfalfa, trigo y maíz, necesarios para la organización del ejército”, recordó Búcolo.

Por otra parte, contó que él se ocupó de mejorar la explotación minera, fundamentalmente en Uspallata, con extracción de plomo, salitre, plata, azufre, entre otras. “También estimula la creación de industrias relacionadas con el ejército, como es la maestranza y el batán de Tejeda, el lugar donde se impermeabilizaban los paños para la confección de los uniformes”, detalló la mujer.

Realzar la ciudad

La ciudad en la que vivió San Martín era muy distinta a la de hoy ya que tenía como límites: al norte la calle Santiago del Estero, al sur la calle San Luis, al este el canal Cacique Guaymallén y al oeste el canal Tajamar. “Allí realiza una serie de emprendimientos que demuestran cómo se realza y ordena una ciudad”, remarcó la directora del Archivo, quien mencionó distintos bandos (normas legales equivalentes a un decreto o a una ley actual) con los que fue logrando su cometido.

El 30 de setiembre de 1814, a los pocos días de haber asumido, toma medidas para mejorar el paseo Alameda, lugar donde percibe cierto desorden. “Prohíbe jugar en las calles de la Alameda y que se aten los caballos en los palos. Una año más tarde manda a construir palenques para que esos caballos sean atados donde corresponde”, relató.

El 8 de noviembre de 1815 prohíbe que se galope por las calles de la ciudad para evitar accidentes, así como arrear bestias por el medio de las calles. Más tarde, el 20 de abril de 1816 ordena el blanqueo de los frentes de la ciudad, que se manden a construir veredas con lajas o ladrillos y prohíbe que se construya fuera de la línea de vereda.

“También introduce un elemento que caracterizó históricamente a los mendocinos, que es el tema de la limpieza, al ordenar que todos los sábados se barran las calles”, subrayó la historiadora. Esos días pasaba el carretillero levantando la basura y también regando las calles polvorientas de esos días.

Estos bandos se daban a conocer en los lugares de estilo como la plaza principal, la catedral y las iglesias. “Se transmitían las órdenes gubernamentales y a los que las infringían se les aplicaban multas que los más pudientes pagaban con dinero y los menos con trabajo social”, diferenció.

Regla la vida social

San Martín también se ocupa de regir la vida social de los mendocinos. “Hay una reglamentación que busca ordenar la relación entre patrón y obrero. Allí se dice cómo se tenían que manejar y detalla deberes y derechos de ambas partes”, señaló la experta.

Además, él defiende a los consumidores estableciendo precios máximos de los productos. “Hubo un decreto específico de la carne que precisaba qué día se podía comprar y las cantidades”, indicó.

Para alojar a las mendocinas desprotegidas crea una casa correccional para mujeres. “En esta casa se va a albergar a las mujeres que son expulsadas de sus hogares”, contó.

Por otra parte, dispone la liberación de esclavos que se incorporan al ejército. “Se compromete a otorgarles la libertad un año después de concluida la guerra, el tema es que prácticamente no vuelven porque como eran rudos y fuertes son los que se colocan al frente y por esa razón son los primeros en morir”, reconoció. Además, todo aquel que no tuviese un trabajo demostrado con un papel debía formar parte de la fuerza.

También trascendieron sus medidas en favor de la defensa nacional, ya que determina que todos los españoles que residían cerca de la frontera tenían que trasladarse a la ciudad de Mendoza para ser vigilados.

Población sana

Otra preocupación fue mantener sana a la población: “San Martín estaba convencido de que uno de los primeros cuidados del gobierno debe ser el aumento de la población y la conservación de los habitantes del hemisferio americano para que haya brazos suficientes para el cultivo de la agricultura y el comercio para que no falte quienes presenten su pecho al tirano”, destacó.

Con este propósito, atacó a las enfermedades que en ese momento tenían en vilo a la sociedad: viruela y rabia. Así fue que el 17 de diciembre de 1814 emite un bando donde vuelve obligatoria la vacunación contra la viruela.

“Manda a instruir a 8 religiosos betlemitas para que aprendan a colocar la vacuna y así proteger a toda la población”, detalló. Tanto es así que confecciona un registro con toda la información de las personas que se vacunaban y aquellos que se resistían eran forzados a hacerlo a través del poder de policía.

La rabia era un flagelo más difícil de controlar ya que para aquella época aún no se había descubierto su vacuna. Por eso se ocupa de los perros, agentes transmisores. “Manda reunir a los perros sueltos y obliga a los dueños a que tengan a los perros amarrados en sus casas. Además les exige que los controlen y que si ven que comienzan a babear los eliminen”, comentó.

Desvelado por educar

Para San Martín, la educación era el principal medio para lograr la transformación cultural de los pueblos y la formación de una nación independiente. “En su pensamiento los valores centrales de la educación deben ser la libertad, patriotismo, virtudes cívicas y desprecio por el colonialismo, tal como manifiesta en una circular que les manda a los maestros de escuela el 17 de octubre de 1815”, recordó la historiadora. En la misma los llama a reunirse todos los jueves en la Plaza Mayor para entonar el Himno Nacional.

En otra circular, comunica que la transmisión de esos valores debe realizarse de una manera humanista y sin azotes.

Como promotor de la instrucción pública, apoya la fundación de un establecimiento de educación de estudios superiores, que se concreta el 17 de noviembre de 1817, cuando ya no ejercía como gobernador intendente de Cuyo.

“Con la ayuda de Tomás Godoy Cruz y Lorenzo Güiraldes se crea el colegio de la Santísima Trinidad, que se ubicó en la Cuarta Sección. Estando San Martín en Chile, le donan una finca en el Este y él dice que la tercera parte de lo producido lo va a donar para que se establezcan cátedras de matemáticas y geografía”, narró.

Tal como escribió en ese momento, las matemáticas “son la llave de la verdadera ilustración, sin ella la historia y la crítica serán un adorno puramente superficial y el teólogo, el purista y el filósofo nada valen si carecen del conocimiento y cronología de los sucesos con el grande arte de compararlo y darle aquí la colocación precisa, profunda y discreta”.

Tiempo más tarde, en 1822, cuando se encontraba en Perú, se entera de la creación de la Biblioteca Pública y desde allá manda una donación de 700 libros. “Con ese gesto queda indudablemente de manifiesto su preocupación por la educación y la cultura”, cerró la experta.

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