Sorprendió esta semana el silencio absoluto de la Legislatura mendocina frente a la nueva crisis política y económica que ha explotado a nivel nacional.
Ni el Senado ni la Cámara de Diputados abrieron algún tipo de debate sobre los estertores que sufrió la Casa Rosada el fin de semana último, tras la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el arribo de su sucesora Silvina Batakis, ni acerca de los efectos negativos y la incertidumbre generalizados que todo esto ha provocado.
Hasta la semana anterior, todo era cruces y confrontación en la Legislatura. Esta semana, esa crispación alimentada por la grieta desapareció, tal vez, por un acuerdo mutuo de no agresión. O como efecto de un sismo muy fuerte que los sacudió y atontó a todos.
El colmo fue el de los senadores, que sesionaron menos de 40 minutos el martes. El pleno de la cámara en la que más discusiones ha habido en los últimos tiempos entre oficialismo y oposición fue poco más que una excusa para aprobar el receso de invierno de los legisladores.
Los diputados provinciales, ayer, también votaron sus vacaciones. Pero antes de hacer mutis por el foro en el momento más difícil, a diferencia de sus colegas de la otra cámara, discutieron bastante. Eso sí, hablaron de otras cosas: votaron una ley de fomento a la industria audiovisual y desataron sus razonables tristezas y reproches por el femicidio de Agostina Trigo en el Este.
La Legislatura y el Gobierno provincial, que más allá de las críticas del gobernador Rodolfo Suárez se muestra muy cauteloso ante la renovación de autoridades en el Ministerio de Economía, dejaron exclusivamente en manos de las figuras del Congreso el debate de la gran crisis nacional. Allí, predeciblemente, los de Juntos por el Cambio vienen atacando las fragilidades y desacoples de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, mientras los del Frente de Todos aguantan callados, rogando que la tormenta pase.
Pero los dirigentes que ejercen sus cargos en la provincia prefirieron ejecutar en estos días un modo particular de “Mendoexit”. Aunque hoy, menos que nunca, Mendoza sea una isla: el impacto económico de los nuevos dilates de la política nacional ya se siente en los bolsillos de los mendocinos que van todos los días al almacén y al supermercado.