Los últimos cruces de campaña demostraron que, a los principales partidos, les interesan poco y nada el Congreso y la Legislatura.
El intercambio de descalificaciones se volvió descarnado esta semana, pero también revelador. Lanzados a la tarea febril de demoler al contrario, los candidatos se olvidaron del libreto y dejaron al desnudo sus pensamientos verdaderos sobre las elecciones legislativas.
“Vos te tenés que preparar para gobernar, no para hacer campaña”, le tiró Alfredo Cornejo a Anabel Fernández Sagasti, en vivo por TV, a pesar de que la justicialista no es candidata a gobernadora este año. En el mismo debate, la peronista, a su turno, no hizo otra cosa que cuestionar la gestión de Cornejo como gobernador, aunque esta vez el radical compite por ser senador nacional.
¿Y los proyectos para el Congreso de cada cual? Bien, gracias. Quedó a la vista que sólo piensan en las elecciones de 2023, el año en el que se discutirá el poder “de verdad”.
En la intimidad, o cuando la ira los vuelve más honestos, los políticos reconocen que desde las bancas no se puede mejorar la vida de nadie. Las legislativas, en todo caso, pueden propiciar la llegada al control de los gobiernos en el turno siguiente.
En consecuencia, este domingo no importará quiénes ganen las bancas, sino apenas el número de legisladores que acumule cada fuerza. Eso posicionará a unos y complicará a otros para la batalla de dentro de dos años. Por supuesto, en el medio, se irán millones de pesos en dietas.
El evidente desprecio de la política por la labor legislativa explica por qué hay legisladores malísimos. Pero también desnuda una contradicción: ¿Si tan poco les importa lo legislativo, por qué al menos no eliminan una de las cámaras en Mendoza, como propone la reforma constitucional?