La Iglesia emitió un contundente diagnóstico sobre la realidad social, destacando que “millones de niños y niñas se encuentran atrapados en la miseria y la marginación”, mientras que “muchos abuelos y abuelas se ven obligados a elegir entre comer o comprar medicamentos debido a que sus jubilaciones no son suficientes”. Además, denunció la clausura de comedores comunitarios y la falta de continuidad en las políticas de integración de los barrios más desfavorecidos.
El comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) se titula “En tiempos difíciles, amar a los demás y alegrar sus vidas” y fue difundido al término de cinco días de deliberaciones de los cien obispos de todo el país, reunidos en la casa de ejercicios espirituales “El Cenáculo” en Pilar. Durante estas jornadas, se analizó la situación social del país, la problemática del narcotráfico y temas religiosos.
Los obispos expresaron su pesar por la situación de aquellos “hermanos que pierden sus empleos y sienten que su vida carece de valor”, así como por “una sociedad inmersa en el constante conflicto, donde prevalece el individualismo y una libertad carente de amor”. Asimismo, reiteraron su advertencia sobre el avance silencioso de la pandemia del narcotráfico, una preocupación que han venido señalando desde hace tiempo.
El comunicado comienza destacando que “desde hace décadas vivimos tiempos difíciles en nuestra querida Argentina”. Se mencionan diversas situaciones que afectan la dignidad humana, como el avance del narcotráfico, que utiliza a los más vulnerables como material de descarte, promueve el sicariato y corrompe a figuras políticas, judiciales y empresariales con dinero manchado de sangre. También se señala el drama de muchos abuelos y abuelas que deben elegir entre comer o comprar medicamentos debido a que sus jubilaciones son insuficientes, el cierre de comedores comunitarios y la falta de políticas públicas para integrar los barrios más necesitados.
Se reconoce la complejidad de la situación actual, donde coexisten la esperanza y la paciencia del pueblo argentino junto con una creciente vulnerabilidad de las personas. Se hace referencia a las palabras de San Alberto Hurtado, que instaba a no cansarse de amar y alegrar la vida de los demás, destacando que el amor se demuestra con gestos concretos de solidaridad y empatía hacia quienes sufren. Se enfatiza la importancia de tender la mano a los más necesitados, mientras se critica la actitud de aquellos que se mantienen indiferentes ante la pobreza o incluso son cómplices de ella.
Finalmente, se destaca la necesidad de alegrar las vidas de quienes atraviesan momentos difíciles, subrayando que la verdadera alegría cristiana no se relaciona con el éxito o el placer, sino con encontrar un sentido en la vida y tener un horizonte de esperanza.
Por lo tanto, se argumenta que “en el actual contexto económico y social argentino es fundamental aferrarnos a esa alegría, una alegría profunda y duradera que surge del encuentro con el Señor”.
“Es una alegría que nos libera de la desesperanza y el desaliento, impidiendo que nos convirtamos en profetas de calamidades que solo propagan pánico y angustia”, se afirma.
Y se concluye: “Estamos firmemente convencidos de que el amor manifestado a través de gestos concretos y la alegría son la expresión más clara del Evangelio en una sociedad que parece estar inmersa en un constante conflicto, donde prevalece el individualismo y una libertad carente de amor”.