Hoy es la última sesión para el reconocido legislador radical Juan Carlos Jaliff. Ahora, el saliente presidente provisional del Senado promete que pasará más tiempo con su familia: sus tres hijos, que no heredaron su pasión por la política; y sus siete nietos, con quien es un abuelo “más presente” que lo que fue como padre con sus hijos.
Pero antes de cerrar esta etapa, en entrevista con Los Andes, repasa su carrera, el debe y el haber, las alegrías y los peores momentos.
-¿Cómo vive sus últimos días como legislador?
-Con un poco de nostalgia, como dice el poema de Antonio Machado: “Si volvés la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Seguiré haciendo lo que me gusta desde otro lugar, sin tanta exposición. Y por otro lado uno tiene la satisfacción del deber cumplido. Siempre lo hice con ganas, con pasión. A las cosas hay que ponerles ganas, lo demás viene después.
-¿Es difícil mantener las ganas durante tantos años?
-Por la vocación y la pasión. Me gusta el contacto con la gente, con los colegas, tratar de resolver los problemas de la gente. Cada decisión que se toma es para eso, tanto en la Legislatura como en el Ejecutivo.
-¿Le quedan cuentas pendientes?
-No. Sí creo que hay cosas que se podrían haber hecho mejor, por supuesto. El tiempo y la experiencia lo indican. Tengo la sensación de que en cada lugar donde estuve le puse todas las ganas que había que ponerles a las cosas, por eso digo que cumplí con mi deber.
-¿El momento más difícil en su carrera fue luego del 2001, cuando hubo que bajarle el sueldo a los empleados estatales?
-Sí. Fue lo más difícil que me pasó en 38 años. En estos últimos años pueden ser el ítem aula y la minería. Muchas veces se hace una ley sabiendo que es lo mejor, y terminó siendo lo mejor. Hay un asterisco en la minería, que nos sorprendió a todos.
-Está en política desde hace muchos años, ¿cómo vivió la época de la dictadura?
- Se vivía con miedo. Se hablaba, hacíamos algunos actos clandestinos. Una vez hicimos uno con Ricardo Balbín, en la calle Perú frente a Pacífico, y veíamos a los policías vestidos de civil. Ahí Balbín nos contó que que tenía cartas de las Madres de Plaza de Mayo. Nosotros sabíamos lo que estaba pasando, en esa época nos juntábamos con peronistas a charlar. Siempre que yo salía decía: “si no vuelvo, preguntá en las comisarías”.
-Lo respeta todo el arco político, algo de lo que no gozan todos, ¿por qué?
-Lo siento a ese respeto. Será por el diálogo. Supongo que por mi forma de ser, mi personalidad, tiene mucho que ver en la política la personalidad. Siempre he tratado de ponerme, en los debates, en el lugar del otro para ver qué yo hubiera hecho. Y eso me sirvió mucho para comprender al que está enfrente mío, al igual que la tolerancia, hay que saber serlo.
-Estuvo en la política con varios gobernadores, siendo parte, pero también como oposición ¿Por qué todavía no se puede reformar la Constitución?
-Se instaló en la sociedad, algunos por ignorancia y otros por mala fe, que los que modificábamos la Constitución éramos los legisladores. Y no era así. Lo único que hacía la Legislatura era declarar la necesidad de la reforma, el pueblo la ratificaba y después la Constituyente reformaba la Constitución. Y se terminó no sancionando. Es una tarea pendiente y me hubiera gustado participar del proceso de reforma de la Constitución. Esta vez creí que se podía dar, creo que era el momento de hacerlo.
-Hay un elemento que se reconoce en la institucionalidad de Mendoza y es que el gobernador sólo puede estar 4 años, ¿coincide?
-Es uno de los elementos que ayuda a la institucionalidad. Yo soy de los que creen que un gobernador debe tener 4 años más, porque sólo 4 es muy poco. Pero también ese valor que le doy a la institucionalidad es porque no hay reelección. Por otro lado, acá la Constitución dice que si el Senado no trata un pliego de antecedentes, se da por hecho que está de acuerdo. Y se evita lo que pasa a nivel nacional, con pliegos que no se tratan nunca.
-Estaba de acuerdo con la reforma constitucional, pero no con eliminar una cámara legislativa...
-Sí, pero yo dije que lo decidan los mendocinos. Sigo sosteniendo que una cámara tiene que revisar a la otra, pero no pueden tener la misma forma de representación, es un error de la Constitución de 1916. A la unicameralidad la iban a sancionar los constituyentes, no nosotros.
-El fallo Kemelmajer pedía que la reforma se aprobara en las urnas con la mitad más uno de los inscriptos en el padrón, ¿complicó los intentos?
-Muchísimo, con todo el respeto que le tengo a la doctora Kemelmajer, una de las mejores juristas del país y de las mejores del mundo. Ese fallo hace votar a los muertos por el no, a los enfermos por el no, a los que están a más de 500 kilómetros, a los que no van a votar. Por suerte se corrigió. Yo decía un poco en broma y un poco en serio, que era tan indefendible, que técnicamente era ejemplar el fallo.
-El único intento de reforma se dio con Roberto Iglesias, ¿qué recuerda de esos tiempos?
-No alcanzó la mitad más uno, pero fue la única que avanzó y llegó al pueblo. Participé yo (risas). Mandamos la reforma que habíamos acordado con los otros partidos políticos. Yo era el presidente de la UCR pero hablé con los presidentes del PD y del PJ que eran Gustavo Gutiérrez y Jorge Pardal. La nota de elevación se firmó en la Casa de Gobierno, con ellos ahí.
-Marca un acuerdo previo, ¿es lo que le faltó a este proyecto que mandó Suárez?
-No porque la mayoría de las cosas que están en la reforma ya venían desde ese entonces. Lo único nuevo era la unicameralidad. Cobos después mandó otra excluyéndose de la reelección él y yo, y lo mismo se trabó acá. Muchos dicen que Cornejo mandó una reforma y no es así. Era una ley que yo había hecho y la iba a presentar si me la firmaban algunos justicialistas. Incluía la reelección.
-Da la impresión que antes se podía acordar más que ahora, ¿puede ser?
-Quizás alguno se animaría a decir que antes había más acuerdo. La inmensa mayoría de las leyes salen con acuerdo, pero se resaltan las que no lo tienen.
-¿La calidad del trabajo legislativo es menor que antes?
-No me animaría a decirlo porque en esa época participé de afuera. No me animaría a hablar de la calidad legislativa. Mendoza en general ha tenido buena calidad legislativa, ha tenido legisladores que trabajaban muy bien.
-¿Es más difícil acordar con el kirchnerismo que con el peronismo?
-El peronismo ha estado muy influenciado por el kirchnerismo en los últimos años, pero no podría hacer esa diferenciación. Generalmente manejaba las cosas el kirchnerismo.
-Siempre se cita su ejemplo con Julio Cobos por la buena relación que tenían, ¿qué binomio lo sorprendió para mal?
-El de Celso Jaque y Cristian Racconto. No se hablaban ni para avisarse de que iban a Buenos Aires. Pasó una vez en una sesión, que cuando termina alguien me pregunta por unas declaraciones de Jaque en Buenos Aires. Y digo: “¿Cómo? Racconto no podría haber presidido la sesión”. Le dije a Miriam Gallardo, que era la presidenta provisional del Senado, y la anulamos. Fue insólito. En el caso del Paco Pérez y Carlos Ciurca, se armó un sector interno sin el gobernador…eso fue un mensaje fuerte.
-La de Alfredo Cornejo y Laura Montero también era tensa…
-Sí, pero Laura nunca complicó la tarea legislativa, no la condicionó. No voy a negar que no tenían buena relación. Pero no hubo ningún tema que no haya podido salir por esa situación.
-Abed ha dicho que quiere que usted siga tras el fin de su mandato...
-Sí, tengo un compromiso personal con él. Es una de las grandes cosas de la política, mi amistad con Mario. Siento un gran orgullo de verlo sentado ahí (mira al escritorio de Abed). Y estoy muy contento de que Natacha (Eisenchlas) sea quien me suceda.
-¿Qué le diría a un legislador que recién empieza?
-Una frase que dicen los mexicanos: “échele ganas” que todo lo demás viene después.