La pelea política entró en el campo de juego de la disputa electoral, en medio de la segunda ola de Covid-19, más veloz y mortífera, y las dos principales coaliciones comenzaron a enviar señales que alimentan la incertidumbre, con el presidente Alberto Fernández tomando decisiones en solitario y a contramano de lo que afirmaba su propio Gabinete.
Suena repetitivo: no fue una semana fácil para Fernández. Lanzó medidas unilaterales porque los contagios han explotado y hay riesgo muy alto de colapso en el sistema sanitario; sufrió un revés mayoritario de los gobernadores que no se acoplaron a su pedido de bajar drásticamente la circulación social; y casi pierde otro ministro.
El miércoles al mediodía, el Presidente llamó al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la ministra de Salud, Carla Vizzotti, a la Quinta de Olivos. Salía así de su aislamiento de doce días por Covid-19 positivo. Cerca de las 16:00, llegaron los funcionarios sin saber la decisión que Fernández ya había tomado.
En su aislamiento, el presidente tuvo el WhatsApp prendido fuego. Habló con infectólogos, pidió informes a Salud y Transporte, recibió quejas de amigos del Gran Buenos Aires por la falta de control del Estado en las calles; y estalló cuando vio un video de un shopping de AMBA literalmente explotado de gente, sin distanciamiento y, en muchos casos, sin barbijo.
Ese mismo mediodía, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, había cerrado el Consejo Federal de Educación con un mensaje: “Sostengamos la presencialidad en las escuelas”. Vizzotti, el día anterior, había afirmado que no estaba previsto suspender las clases porque la escuelas no eran un foco de contagio. El propio Cafiero lo venía afirmando.
A las 20:45, Fernández anunció en un video sin editar que extendía el aislamiento nocturno en el AMBA, con cierre de escuelas. En la vorágine de Olivos, Cafiero no avisó al Gabinete. Y Trotta, en paralelo, a las 17:10, escribía en Twitter su compromiso por mantener las escuelas abiertas.
Al escuchar a Fernández, Trotta estalló. Puso a disposición su renuncia por sentirse desautorizado ante sus pares de las 24 provincias. Todo su entorno le pedía que se fuera. Estuvo hasta la 1:00 de la mañana hablando por teléfono. Y optó, antes de tomar la decisión final, esperar para hablar con Fernández.
El viernes a la mañana, temprano, el Presidente llamó a Trotta. Hablaron más de media hora. Fernández le pidió que se quede y le admitió que ni Cafiero sabía el miércoles lo que él había decidido anunciar. El funcionario se quedó, en señal de lealtad en la pandemia y por la amistad que lo une a Fernández, con quien milita en el PJ porteño desde hace más de dos décadas.
El Presidente no sólo sorprendió a la opinión pública sino a los miembros de Gabinete. Trotta quedó muy golpeado. Fue un anuncio imprevisto, con un mensaje confuso, poniendo erróneamente a la escuela como foco de contagio. Y, muy importante, sin mención a una ayuda económica para los sectores que se verían golpeados, como el gastronómico.
Tensión con olor electoral
En la Casa Rosada se esmeran por dejar en claro, desde horas posteriores al 9 de abril (cuando se lanzaron las primeras restricciones) que los gobernadores son los responsables si la crisis sanitaria se desborda, porque han decidido no bajar la circulación social en la medida que pidió el Presidente.
“No hay vuelta atrás. Los gobernadores son responsables. Alberto advirtió la gravedad primero en cadena nacional y luego vía Boletín Oficial. Si no actúan ya, la pandemia arrasa. Ellos están tranquilos porque los muertos se los cuentan a Alberto”, le dijo a este diario, exaltado, un alto funcionario del núcleo del Gobierno.
Esas mismas palabras retumban en la cabeza de Fernández, quien no las suelta para no lastimar la relación con los mandatarios el PJ, quienes hoy son su principal base de sustentación política porque, tras dieciséis meses de gestión, los votos mayoritarios del oficialismo siguen siendo de Cristina Kirchner.
En paralelo, comenzó a calentarse la disputa electoral. Fernández, máximo responsable en el país de la gestión de la pandemia, le pidió el viernes a la oposición que baje la hostilidad y en el mismo pasaje del discurso ante la prensa dijo que la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, está en su “ocaso”. Con esa provocación, Fernández cerró una exposición sobre el accionar de Bullrich, quien había ido a la puerta de Olivos a cacerolear con un grupo de personas, con escupitajos a la guardia presidencial. “Presidente, no se preocupe por mí, ocúpese de conseguir vacunas, de los desocupados y los que cierran comercios”, respondió la dirigente.
En su reunión del viernes con Horacio Rodríguez Larreta, Fernández pidió que Juntos por el Cambio “no especule electoralmente con las muertes del Covid-19”. El jefe de Gobierno porteño escuchó en silencio. Un día antes, su jefe político, Mauricio Macri, había salido a pedir una rebelión contra la Casa Rosada, arenga con la que Rodríguez Larreta estuvo de acuerdo, incluso yendo a la Corte Suprema para no acatar el DNU presidencial.
El ex presidente Macri les pidió a los intendentes bonaerenses que “impongan su liderazgo para que las pocas escuelas que están abiertas continúen así. Es fundamental preservar el vínculo entre los alumnos y la escuela y no apoyar fallidas decisiones improvisadas, basadas en la intuición o el miedo”. Macri y Bullrich hoy son el ala dura de Juntos por el Cambio y lideran de hecho el espacio, haciendo firmar a los gobernadores radicales afirmaciones que luego no sostienen en la Casa Rosada.
Así, el proselitismo electoral comenzó a mezclarse con la gestión de la pandemia, a cinco meses de las urnas en las que el Gobierno buscará sostener el control del Senado y alcanzar quórum propio en Diputados, para lo que hoy le faltan diez legisladores. Juntos por el Cambio, en tanto, necesita mejorar su protagonismo legislativo para mejorar sus chances hacia 2023.