Más allá de si la candidata a presidente Patricia Bullrich estuvo bien o mal en el debate, más allá de si logró explicar el plan económico, más allá de los errores de la gestión de Mauricio Macri y del papel del radicalismo, más allá de que desde el 2021 -cuando ganaron cómodamente las elecciones de medio término- se pensaron que estas presidenciales estaban liquidadas y comenzaron a pelearse alejándose más de la gente; la semana pasada cometieron un papelón tremendo.
En la maratónica sesión del Senado del jueves 28 de setiembre pasado, en la que se aprobó el pliego de la jueza Ana María Figueroa, de 75 años, para que continúe como jueza. Se sabe que es una magistrada que debía estar jubilada, pero falla siempre a favor de Cristina Kirchner en la causa Hotesur y Los Sauces.
Se horrorizaban de la espantosa insistencia del kichnerismo con el pliego de Figueroa buscando impunidad, se lo pudo ver al Senador Alfredo Cornejo diciendo: “Me encantaría que estuviese acá, la presidenta de este cuerpo, la vicepresidenta de la Nación para decírselo en la cara, porque debería poner la cara Cristina Fernández de Kirchner y estar aquí porque es ella la que ha forzado esta situación vergonzosa”, todo absolutamente cierto y continuó: “no les da cosita, no les hace ruido en la cabeza apoyar a Cristina en esta salvajada”.
Pero sabemos también que el pliego de Figueroa fue aprobado debido a que se llegó a empate y tuvo que desempatar la presidente provisional del Senado, Claudia Ledesma Abdala. ¿Por qué se llegó a empate? Porque la senadora neuquina Lucila Crexell de Juntos por el Cambio estaba de viaje y no fue a la sesión. Si hubiera estado la historia habría sido otra.
Cornejo, es el presidente del interbloque de Juntos por el Cambio en el Senado. Si no pueden garantizar que vayan todos los senadores al recinto para evitar el atropello que denuncian, no quiero imaginar lo que serían gobernando.