El presidente Alberto Fernández podría enfrentarse, a partir de diciembre, a la difícil misión de gobernar sin mayoría en ambas cámaras del Congreso. Una experiencia por la que ya pasó la gestión de Mauricio Macri, y que obligaría al oficialismo a tejer acuerdos más sólidos y estables con la oposición.
Si en la elección de noviembre se repiten los resultados de las PASO de este domingo, el Frente de Todos perdería el quórum propio en el Senado y la primera minoría en la Cámara de Diputados. Un escenario impensado hasta en los peores pronósticos, debido a la derrota en 17 de los 24 distritos.
En Diputados, el plan original del bloque de Máximo Kirchner era acercarse al quórum, pero ahora será no perder bancas. Quedaría con 116 integrantes, cuatro menos que los actuales, mientras que Juntos por el Cambio crecería de 115 a 117. En un recinto polarizado, ninguna de las dos alianzas tendrá número propio.
En el Senado, en tanto, el kirchnerismo buscará evitar la catástrofe que supondría perder el quórum propio. Hoy el bloque presidido por José Mayans tiene 41 legisladores y quedaría en 35, es decir a dos del número necesario. Podría alcanzarlo con dos aliados por Río Negro y Misiones, pero será un trabajo costoso.
Será tarea para Cristina Kirchner y Sergio Massa construir, a través de la política, las mayorías que no conseguirían en las urnas. En lo que va del mandato de Fernández el oficialismo se valió por sí solo para aprobar los proyectos de ley en el Senado, mientras que en Diputados tuvo que recurrir a votos de la oposición “anti-grieta”.
Esos acuerdos estuvieron a cargo de Máximo y de Massa, que en la campaña intentó mostrar un perfil moderado. El titular de Diputados habló en varias oportunidades de sellar un acuerdo programático a largo plazo con la oposición, sobre unos diez ejes centrales. La incógnita es si podrá trasladar ese discurso al Congreso.
El antecedente macrista
No es la primera vez que un presidente gestionaría en minoría y no hay que viajar demasiado lejos en el tiempo para revisar cómo fue la primera experiencia, la de Macri, que en cuatro años de gobierno nunca tuvo mayoría en el Congreso y aun así logró, no sin dificultad, sancionar casi todas las leyes que se propuso.
Cuando Macri asumió la presidencia en 2015, el kirchnerismo todavía tenía en el Congreso un poder residual. Ese poder fue, en un principio, subestimado desde la flamante administración, que recién dimensionó sobre la marcha el problema que tenía por delante.
Cambiemos arrancó su gestión diez diputados abajo del Frente para la Victoria-PJ, 97 a 87, y en el Senado debutó con tan solo 15 miembros frente a un peronismo que tenía 39, dos por arriba del quórum. Dos años después, en 2017, Miguel Pichetto rompió el bloque y armó uno propio de 25 senadores, separado de Cristina, que juntó a los siete que le respondían y conformó un espacio aparte. Finalmente, en 2019 volvió la unidad en el Frente de Todos.
Para poder gobernar los cuatro años en ese escenario adverso, Macri contó en el Congreso con un hombre clave y subvalorado desde Casa Rosada: Emilio Monzó. El entonces presidente de Diputados se puso al hombro el trato con la oposición, hizo buenas migas en todos los bloques y se despidió de la cámara con más aplausos ajenos que propios. Ahora busca volver a una banca con la consigna “El camino es el diálogo”.
El otro dirigente fundamental para el macrismo fue el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, “el senador 73”. Así se lo llamaba por haber sido el encargado de sellar acuerdos con los gobernadores peronistas, que después se traducían en votos en la Cámara alta. Votos que provenían de la bancada de Pichetto.
Fue justamente Cristina quien recordó aquella situación, en su discurso de cierre de campaña en Tecnópolis. Allí sostuvo que entre 2015 y 2019 Cambiemos no tenía “mayoría institucional” pero sí “mayoría política” gracias a Pichetto y el resto del bloque justicialista, que “les votaba hasta el café con leche”.
En efecto, el bloque del rionegrino no solo garantizó el apoyo a leyes clave, como el acuerdo con los holdouts en 2016 y la polémica reforma previsional en 2017; también dejó que la presidencia provisional del Senado, el segundo escalón en la sucesión presidencial, fuera para el macrista Federico Pinedo a pesar de que Cambiemos no tenía el número para nombrarlo.