Latinoamérica necesita una generación “hyundai” en sus partidos políticos. La palabra “hyundai” quiere decir “modernidad” y el escudo de la automotriz que lleva este nombre representa dos personas dándose la mano, asumiendo un compromiso. En este caso, simboliza un contrato de responsabilidad entre el vendedor y el comprador, pero bien podríamos trasladarlo a la política y a la macroeconomía en Latinoamérica.
El fundador de Hyundai Motors, el señor Chung Ju-yung, nació en la extrema pobreza coreana en 1915 pero se transformó en el principal referente de la Corea potente que hoy conocemos. El éxito de la automotriz tiene dos razones principales. Primero, el espíritu emprendedor, tenaz e innovador de su fundador que empezó con un simple taller mecánico para autos japoneses sin saber absolutamente nada de mecánica. Segundo, el acceso al crédito internacional para financiar la modernización de su taller que lo convertiría en una potencia mundial en producción de autos. Este segundo aspecto fue posible gracias a una visión regional y global del gobierno coreano de expandir el potencial de su sociedad emprendedora.
Para Chung Ju-yung, “es posible que existan milagros en la religión, pero no en la política y en la economía”. Así, Corea pasó de un ingreso anual per cápita de 94 dólares en 1960 a 34 mil dólares en 2021. Por eso “hyundai” no es solo una marca de autos, es una idea que vive en una empresa que hace autos. No es casualidad, sino causalidad que hoy estemos viendo la “ola coreana” en diversos aspectos de la economía y la cultura.
Escenario Latinoamericano ¿Hay demanda para un “compromiso moderno” en la región? ¿Cómo afecta la polarización política en la innovación empresarial?
En Latinoamérica el espíritu emprendedor está en auge. Los “unicornios” no están solos, viene una generación nueva de emprendedores dispuestos a ocupar su lugar en los mercados. Reproducen una frase de Chung Ju-yung: “el potencial humano no tiene límites”. Los nuevos emprendedores de toda la región no entienden de grietas o discursos polarizantes que caracterizan a la clase política regional. Están viendo cómo construir puentes entre demanda y oferta, mejorar servicios, agilizar la producción, al atención en salud, producir más sin afectar el medio ambiente, cómo tener mejor acceso al conocimiento, etc. Todo esto envuelto en un compromiso ético-práctico de sustentabilidad con el medio ambiente.
Las proyecciones económicas cada vez duran menos. Lo que supuestamente ocurrirá dentro de 12 meses puede cambiar en un trimestre o mañana, y entonces cambia todo el escenario económico y político. En gran medida la crisis de representación que hay entre votantes y partidos en Latinoamérica tiene que ver con la falta de adecuación de los partidos a los debates actuales y futuros sobre desarrollo e innovación. Hay en la tecnología respuestas constantes a los desafíos sociales y económicos de la actualidad. Por ejemplo la demanda por bajar las emisiones de dióxido de carbono requiere inversiones en nuevas tecnologías que a su vez requieren de estabilidad política para su ejecución porque son de mediano y largo plazo. Chung Ju-yung fue un “startupero”, y hay miles como él en Latinoamérica que necesitan mejores condiciones macroeconómicas y políticas para potenciar la región. Lo moderno también es popular.
Tomas Lanusse es Director de la consultora Fuente Primaria