Fernández, el viaje a Chile y la mala educación del gobierno argentino

Que no la inviten a Mendoza le hace mucho menos daño a Mendoza que a quienes no la invitaron. El Presidente queda mal con una parte del pueblo de su país para no quedar así bien con Cristina.

Fernández, el viaje a Chile y la mala educación del gobierno argentino

Si hay alguien a quien no le conviene que el gobierno de Mendoza no haya asistido a la cumbre de los presidentes de Argentina y Chile, es precisamente al presidente de Argentina, pues con o sin presencia mendocina, nuestra provincia seguirá siendo igual de importante ante el país trasandino pero el gobierno de Alberto Fernández lo será menos, al presentarse ante los chilenos con una comitiva que representa más a un partido que a una nación.

Si hay alguien que sabe del verdadero papel de las instituciones es Chile y junto a él Mendoza, quienes desde mucho antes de la independencia compartieron la misma cultura enfrentada al caudillismo. En cambio, el presidente argentino sabe poco y nada de combatir al caudillismo ya que se ha subordinado enteramente a una señora cuyos orígenes políticos son feudales y sus prácticas actuales no le van en saga.

Teniendo para colmo a un canciller que no sabe nada de su cargo, al cual tiene que ir retando casi todos los días por cuantas tonterías comete por saber tanto de conurbano como por ignorar todo del resto del mundo, frente al cual debería representar a nuestro país.

Por eso, más allá de lo que se pueda decir para minimizar el hecho de mala educación, lo cierto es que lo que pasó tiene que deberse a una combinación de sectarismo e ineficiencia, gestado por un presidente que ni idea tiene de lo que significan las instituciones para Mendoza. Y que quizá -no es inimaginable- a ello le sume el terror-pánico que tiene a que Cristina Fernández lo acuse de ser complaciente con el enemigo, esta vez mendocino, como ya hizo con Rodríguez Larreta cuando el Alberto lo llamó amigo y entonces ardió Troya, mejor dicho ardió Cristina, que es lo mismo.

Uno no es malo y quiere creer que lo que viene diciendo la actual conducción del justicialismo mendocino acerca de que pone a la defensa de Mendoza por encima de sus intereses partidarios nacionales, se valide en gestos concretos. Y gesto más concreto que el actual no puede haber: quejarse los compañeros mendocinos ante los compañeros porteños por ningunear a Mendoza hubiera sido buenísimo para ellos mismos y no los hubiera complicado tanto ante sus jefes nacionales que deben entender que ellos están peleando electoralmente acá.

Bienvenidos los otros peronistas mendocinos que reprobaron el hecho aunque no sean sus principales dirigentes. Tan bienvenidos como que junto a ello critiquen al gobierno de Suárez, que una cosa no quita la otra: se trata de defender el papel nacional e internacional de Mendoza, no al gobernador, que no son lo mismo. Al menos eso ocurre en las culturas antipersonalistas de las cuales Mendoza, aún con sus falencias, sigue siendo ejemplo.

En fin, ya es un clásico: otra vez Alberto Fernández quedando mal con una parte del pueblo de su país tras la esperanza de así quedar bien con Cristina, aunque quizá ni ella le pida tanto. Masoquismo puro, por temor al reto de arriba se expone al enojo de los de abajo, que son a los que primero debería mirar. Pero a no quejarse, eso es lo que hay.

En síntesis, no hay mucho más que decir ante un gesto de tamaña vulgaridad. Que no la inviten a Mendoza le hace mucho menos daño a Mendoza que a quienes no la invitaron.

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