El problema no es la vacuna, sino los vacunadores que ya nos han vacunado

El affair de la vacuna rusa repite una conducta del oficialismo que no conduce a nada: improvisación, triunfalismo, visión malvinizadora de la vida y épica de marketing.

Ginés González García, el ministro que nunca funcionó.
Ginés González García, el ministro que nunca funcionó.

Lo que hoy ocurre con la vacuna, es lo mismo que hace unos meses aconteció con la cuarentena. Parece haberse inventado un estilo “nacional y popular”, argentino de pura cepa para la lucha contra la pandemia.

Un preparado de improvisación, triunfalismo, visión malvinizadora de la vida y épica de marketing.

Todo sazonado con la infaltable ideología aportada por los científicos sociales de este gobierno: la cuarentena contra el individualismo neoliberal y la vacuna soviética (aunque Rusia ya no sea más soviética) contra las provistas por el imperio de la globalización.

Con este cóctel de presunciones se hace bastante difícil razonar lógica y empíricamente ante realidades objetivas que así lo requieren, sobre todo cuando tenemos enfrente un virus del cual seguimos desconociendo casi todo y es necesario actuar con la debida prudencia y precaución. Dos características inexistentes en la política argentina.

En la mañana de hoy, según declaraciones de nuestros funcionarios parece que todo se desbandó al ritmo de una tragicomedia, trágica por el contenido, comedia por los enredos. Esas películas donde los actores corren de un lugar a otro porque no saben dónde quedarse ni donde irse, todos perseguidos por todos, chocando entre sí, todos guiados por la más colosal de las confusiones.

Eso es a lo que conduce el uso político de cosas y situaciones que están más allá de ella. Hubo un día que con la cuarentena creímos haber inventado una solución única y excepcional en el mundo para solucionar la pandemia. Por eso mientras nos auto alabábamos no perdíamos oportunidad de criticar la estrategia de otros países de los cuales nos burlamos con estupor pese a que con el tiempo prácticamente la totalidad de dichas naciones criticadas por nosotros terminaron muchos mejor posicionadas que la Argentina. Y esta, nuestra Argentina, pasó a pelear el ranking de contagiados y muertos con los peores de todos, pese a que  produjimos la encerrona más grande del mundo que quebró nuestra economía más que un tsunami o que el 2001. Juntamos todo lo malo en un solo haz.

Así somos. ¿Así somos?

Hoy todo empezó con la sorpresa de que la milagrosa vacuna revolucionaria soviética no es apta para mayores de 60 años, precisamente para los cuales se la pedía en primer término. Nada del otro mundo, porque con algunas pruebas más puede llegar a serlo, el problema es que ninguno de nuestros genios supiera nada de esto y no hubiera advertido nada. Pero la cosa no terminó allí. Al rato apareció el militante ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires diciendo que habíamos entendido todo mal porque estaba mal traducido el soviético con el que nos informaron. Luego se dijo que aunque no lo autorizara Rusia igual se aplicaría a los mayores de 60. Después que se atrasaría el vuelo para buscar las prometidas 600.000 mil vacunas iniciales. Y apenas estamos terminando de escribir esta nota se dice que si es necesario se llegará a la revisión del contrato con Rusia. Mientras que con la otra vacuna que ya están aplicando casi todos los países vecinos, ya nos peleamos porque dijimos que nos pedían condiciones inaceptables que nadie explicó. Y esto recién empieza.

En síntesis, un torbellino de despropósitos que da vértigo. Un funcionario como Ginés González García que no es que no esté funcionando, sino que no funcionó nunca y que se ha transformado en un astrólogo que anuncia desde que asumió todo lo contrario a lo que va a pasar, con una dosis de certeza tan grande que basta con hacer lo opuesto a lo que avisa Giner para no errarla jamás.

Así de patética viene la cosa. Estos son los que nos quieren vacunar, aunque lo cierto es que en realidad ya nos han vacunado.

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