El último contacto que mantuvieron Alberto Fernández y Martín Guzmán el lunes pasado fue casi a la medianoche. “Quiero el acuerdo por escrito”, escribió el Presidente por whattsapp. “Va a estar más o menos a las tres y media de la mañana”. “Bueno, cuando lo tengas, mandámelo”. A las cuatro menos cuarto de la madrugada, Fernández recibió el escrito del acuerdo. Respondió con el emoji del dedo para arriba. “Nos vemos por la mañana en Olivos”, agregó.
“Cuando vino Martín, lo abracé muy fuerte. Rompí la cuarentena, debo confesar. Pero lo abracé porque fue muy importante en todo esto. En el mientras tanto debimos soportar muchas cosas. El debió soportar un montón de cosas”, contó el presidente en una entrevista concedida a C5N.
Las muchas y montones de cosas en el tránsito por las negociaciones con los bonistas arrancaron ya en la campaña presidencial. Estando de gira por Madrid, el fondo de inversión BlackRock le pidió una audiencia al candidato del Frente de Todos. Le pidieron “un reconocimiento del 98 por ciento del valor del bono” en caso de que ganara las elecciones.
En diciembre pasado, ya como ministro (por lejos, el más desconocido del gabinete), Guzmán habló con Jennifer O’Neill, directora gerente de BlackRock. “En 92 arreglamos”, propuso la representante del fondo de inversión liderado por Larry Fink, con una cartera total equivalente 16 Productos Brutos argentinos. En febrero hubo una nueva comunicación y las expectativas de BlackRock habían bajado a 75. En marzo le enviaron a Guzmán un paper por “68 y medio”.
Un mes después, el ministro ofreció 39 contra los 65 que ahora pedía BlackRock, como referente principal de los distintos clubes de acreedores. En mayo, junio y julio las partes se fueron acercando, con cuatro ofertas oficiales rechazadas por Fink y sus aliados. El acuerdo cerró el 3 de agosto en un Valor Presente Neto promedio de 54,80 por lámina de cien dólares.
En junio, Black Rock decidió desplazar a su principal negociador, el mexicano Rodríguez Regordosa, que según varios testimonios, en una teleconferencia le dijo a Guzmán, a quien veía como un inexperto becario universitario de Columbia, “no sabes con quién te has metido”.
El “negociador” Francisco
El presidente tiene una lista de agradecimientos de quienes, dice, allanaron el camino. El Papa Francisco la encabeza. “En silencio nos ayudó muchísimo”, dijo Fernández. En mayo de 2019, el Papa recibió a Joseph Stiglitz en el Vaticano, en una audiencia gestionada por la ONG Scholas Occurrentes.
El Premio Nobel llegó junto a Martín Guzmán. Francisco y Stiglitz coincidieron en la crítica hacia las consecuencias sociales en los países endeudados. Nadie allí imaginaba que meses después, el joven estudioso de los procesos de renegociación de deudas soberanas, ahijado académico de Stiglitz, iba a ser designado ministro.
El Papa y Guzmán se volvieron a encontrar a principios de febrero pasado, en un seminario económico a cargo de la Academia Pontificia del Vaticano. La titular del FMI, Kristalina Georgieva, fue la gran invitada. Gustavo Béliz -como apoyo político de Guzmán- participó del evento. Francisco cerró el seminario con una ponencia crítica hacia las políticas económicas neoliberales.
Unos pocos días antes, Fernández había mantenido una reunión con el Papa, al inicio de la gira presidencial por Europa en busca de apoyos para las negociaciones con los bonistas y el FMI. El Papa le dijo que Georgieva sería permeable al planteo argentino de “pagar sin exigir más sacrificios a los que menos tienen”. La sucesora de Christine Lagarde en el FMI, dijo el Papa, “es muy sensible al problema social”, por haber conocido de cerca la pobreza en su Bulgaria natal.
La directora general del Fondo paró dos días en la residencia papal de Santa Marta, previo al seminario. Fuentes argentinas ligadas al Vaticano, aseguran que el Papa le dijo a Georgieva que el FMI estaba “hambreando a los pueblos”.
El 20 de febrero, dos semanas después del seminario vaticano, la misión del FMI encargada de supervisar las cuentas del Estado argentino, publicó su conclusión: “la deuda externa argentina no es sostenible”. Ni económica, “ni políticamente”, dijo el comunicado. A los bonistas, el FMI les pidió el esfuerzo por aceptar “una quita apreciable”.
También en Olivos agradecen el apoyo de los líderes europeos Giuseppe Conte, Emmanuel Macron, Angela Merkel y Pedro Sánchez cosechado en aquellos primeros días de febrero. Antes de ir al seminario del Vaticano, Fernández le pidió a Guzmán que se sumara a la delegación presidencial en Berlín. Quería que fuera su ministro quien le explicara a Merkel, la posición argentina respecto a los compromisos de deuda. La canciller alemana, públicamente, dijo que Alemania apoyaría la posición argentina para “reestructurar de manera sostenible” la deuda. Sin ser tan explícitos, los mandatarios de Italia, Francia y España, sumaron su apoyo.
“Voy a estar también eternamente agradecido a López Obrador, porque le pedí que interceda ante Larry Fink y le explique lo que estaba pasando la Argentina”, dijo Fernández sobre la gestión del presidente de México. En simultáneo, el embajador argentino, en Washington Jorge Argüello, tejió, redes en el G-20, el BID, el Banco Mundial y el gobierno de Trump.
Renuncia, una bomba de humo
En medio de la negociación, hubo rumores sobre el recambio de Guzmán por “gente con mayor experiencia”. En versiones poco creíbles, sonaron los nombres de Martín Redrado y hasta el de Carlos Melconián. Algunos decretaron principios de julio como la fecha de vencimiento de la gestión Guzmán.
“El tiempo que tuve que dedicar leyendo que la suerte de Martín estaba echada y que era inminente su renuncia… y nadie confía más en Martín Guzmán que yo”, dice Fernández.
“Con Martín, creo que tuve una buena idea. Cuando lo traje me dijeron ‘trajo un universitario de Columbia, qué experiencia tiene’. Tiene la experiencia de la inteligencia y es un gran conocedor del mundo financiero. El, que no es un hombre de la política, supo interpretar claramente mi demanda política de ‘tenemos que lograr un acuerdo que no se convierta en sacrificio para la gente’. Se llevó la tarea para el hogar y se dio una estrategia muy acertada; si me cabe un mérito, fue haber adoptado esa estrategia como propia y haberla avalado permanentemente”, agrega el Presidente.
En Olivos niegan que Cristina Fernández y el kirchnerismo hayan conspirado contra el acuerdo. “Tan lejos de la verdad demonizar a Cristina como alguien que quería el default”, repitió el Presidente en estos últimos días. Dijo también: “En algún momento, yo me puse muy duro en la negociación, y hubo dos personas que me aconsejaron ‘mirá el contexto y ablandate un poco’. Una fue Cristina; otro fue Lavagna”.
El exministro de Economía de Néstor Kirchner lo felicitó tras el acuerdo. Alberto Fernández le dijo a Lavagna que para la negociación había seguido un concepto suyo: “no solamente repares en tu idea de sostenibilidad económica, repará también en la sostenibilidad política”. “Cristina me dijo también algo parecido”, contó Fernández.
Según el Presidente, el diseño de pagos heredado de la gestión Macri implicaba que Argentina pague entre el 2020 y el 2025 más de 45 mil millones de dólares: en 2020, casi 11 mil millones de dólares; en 2021, unos 10 mil millones; otro tanto en el 2022, y 9 mil millones en 2023, y 7 mil millones de dólares en 2024. Ahora le corresponderá al gobierno aprovechar el horizonte despejado de pagos a los bonistas. Y las pruebas de solvencia comenzarán a sentirse en 2025.
Mesura, FMI y después
Desde Olivos se le pidió mesura a los ministros. Cualquier festejo choca con la delicada situación económica que se atraviesa, con casi la mitad de la población en niveles de pobreza. Como si se tratara de un dramático juego de mesa, queda por sortear la negociación por los 44 mil millones de dólares prestados por el Fondo Monetario Internacional al gobierno de Macri.
Guzmán retomará el papel de negociador, de nuevo junto a Sergio Chodos, el representante del gobierno ante el FMI. En la madrugada del martes pasado, los dos fueron fotografiados en una oficina del Ministerio de Economía, con las notebooks sobre las rodillas, en camisa y con las corbatas bajas, ultimando los detalles del cierre de las negociaciones. La informal escena remitió a dos estudiantes universitarios, trasnochados en el apuro de entregar una tarea.