Con su carta, Cristina empezó a escribir el tomo II de “Sinceramente”

La Vicepresidenta reafirmó todas sus ideas, creencias y prejuicios. Y propone la unidad, aunque posicionándose por encima de todo y de todos.

Con su carta, Cristina empezó a escribir el tomo II de “Sinceramente”
Cristina, cuando presentó su libro en Santa Cruz en plena campaña electoral 2019.

Salvo el párrafo final, la carta que difundió ayer la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner podría considerarse como un nuevo capítulo de su libro “Sinceramente” o el primer capítulo del tomo II. Ella reafirma todas sus ideas, creencias y prejuicios de un modo acabado pero lo importante de la nota no es el desarrollo sino el final. Lo único distinto.

Por eso la incongruencia de la extensa carta se verifica desde tres puntos de vista: en la fundamentación, en la actitud y en su gestualidad.

Expliquemos.

Fundamentación. Es raro una misiva donde todos los argumentos van para un lado y la conclusión para el otro. Como es habitual en Cristina, todos tienen la culpa (incluso el gobierno de su supuesto protegido) menos ella. Es más, ni siquiera acepta que es un poquito conflictiva, aunque más no sea por personalidad. Por lo contrario, dice que haber aceptado aliarse con quien la quiso meter presa (Sergio Massa) y con quien le escribió un libro en contra (Vilma Ibarra y otros) demuestra que su tolerancia de espíritu y su vocación de unidad es casi incomparable, que nadie se atrevió a tanto en lo que respecta a la grandeza. Un modo sutil de proponer unidad posicionándose por encima de todo y de todos y ya que está, lanzar un palito durísimo a los que hoy están con ella solo por conveniencia, para hacerles acordar que Cristina nunca se olvida de nada. En síntesis, la fundamentación va absolutamente para un lado, y la conclusión de la carta para el opuesto.

Actitud. Cuando alguien propone un pacto, un consenso o un acuerdo va creando las condiciones para el mismo criticando menos a aquellos con los que tiene que acordar y autocriticándose un poco más en lo que a uno mismo respecta para fomentar la misma actitud en el adversario. Que unos y otros depongan viejos conflictos y divisiones en pos de un futuro de encuentros. Es lo que intentaron Perón y Balbín en 1972/3 cuando habiendo sido no adversarios sino enemigos durante las dos primeras presidencias del General, ahora deponían esos enfrentamientos dejándolos en el pasado y se ponían a pensar en todo lo que en el presente -y de allí hacia el futuro- los podía unir. Más allá de que ese encuentro no haya servido para evitar las divisiones dramáticas internas del peronismo que asumía su tercer gobierno, sí tuvo una enorme trascendencia histórica. Desde aquel abrazo los dos grandes partidos democráticos argentinos del siglo XX pasaron a ser respetuosos adversarios en vez de enemigos irreconciliables como lo fueron antes.

Pues bien, absolutamente nada de eso hay en la carta de Cristina, ni el menor reconocimiento de la más pequeña autocrítica (en el libro Sinceramente al menos había reconocido que en lo del pacto con Irán quizá no estuvo tan bien) y absolutamente ningún intento de mirar con mejores ojos a todos los demás: oposición, medios, empresarios, justamente a los que convoca para el acuerdo. Ellos siguen siendo los responsables de todo, y ella de nada de nada. Es muy difícil con esa actitud convencer a las otras partes de que acuerden con el gobierno un pacto contra la suba del dólar, o por lo que fuera.

Gestualidad. Si en verdad la nota no es una crítica al gobierno de Alberto Fernández en general y al presidente en particular, un gesto elemental que Cristina debía haber dado, en particular por el momento en que publicó su carta, es la de haber asistido al homenaje central que se le hizo a su marido Néstor Kirchner, en el aniversario de su fallecimiento. Para fortalecerlo en su momento de mayor debilidad. Pero es que otro ingrediente de la nota, esta vez simbólico, es el de no mostrarse con aquel al que también hace objeto de sus críticas.

En suma, habrá que descifrar con el correr de los días cuál es el verdadero espíritu de la nota de Cristina, si el de seguir con su discurso divisionista mandando a sus huestes a cometer delirios en todos lados (o dejándolas hacer) o por el contrario apoyar en serio un acuerdo en serio, que debe conducir el Presidente, pero en el cual ella podría ayudar significativamente calmando pasiones, poniendo límites a los suyos y abriéndole la puerta a los ajenos. Uno quisiera creer en el final de la nota, no en su desarrollo.

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