Queda poco para terminar el año legislativo, y Máximo Kirchner, en su primer ciclo como jefe del bloque oficialista de diputados nacionales, lo cierra con un alto protagonismo, tras la media sanción a un proyecto que lleva su firma: el del aporte extraordinario a las grandes fortunas, también llamado como “impuesto a los ricos”.
Confiabilidad y pragmatismo es lo que en el oficialismo le atribuyen al liderazgo del hijo de CFK. Bajo su conducción, el bloque de 118 diputados provenientes de distintos sectores (que hasta no hace mucho se cruzaban graves acusaciones) no padeció ningún éxodo y la Cámara Baja fue un terreno amable para el Ejecutivo pese a no tener mayoría propia.
Para el Frente de Todos, el 17N fue un “supermartes”: la Cámara de Diputados le dio media sanción al “impuesto a los ricos” (un proyecto de Máximo Kirchner y Carlos Heller) y el Presidente Fernández anunció el envío al Congreso del proyecto para legalizar el aborto. Algunos leyeron allí una superposición que revela una interna en el Gobierno nacional. Pero según le aseguró a este diario un dirigente de La Cámpora, “hubo una coordinación política entre Alberto y Máximo”.
Las emblemáticas iniciativas plasmadas en el Día de la Militancia muestran, pese a algunas rispideces, una buena sintonía entre Máximo Kirchner y el exjefe de gabinete de su padre. Fernández siempre recuerda que cuando viajaba a Santa Cruz, paraba en lo del matrimonio Kirchner y el hijo del entonces presidente le cedía la habitación. El vínculo entre ambos no se cortó pese al portazo que pegó Fernández al dejar el primer gobierno de Cristina, y que implicó diez años sin hablarse.
Máximo Kirchner, como jefe del bloque de diputados, asumió el desafío de amalgamar las grandes partes del FdT: el massismo, el kirchnerismo, el peronismo de los gobernadores y quienes responden a Alberto Fernández. El bloque, salvo la torpeza del exdiputado Ameri en una sesión virtual, no le produjo escándalos ni quiebres políticos al oficialismo.
Sospechas empresarias
En charla con este diario, el politólogo Gustavo Maragoni atribuye la buena salud del bloque oficialista, al pragmatismo. “Para el peronismo es evidente que el que se divide pierde. Allí están las elecciones de 2009, del 2013, del 2015 y del 2017 para recordarlo. Máximo aprendió muy bien la lección. Lo mismo Cristina”, dijo el director de la consultora M&R Asociados.
Marangoni aludió al exitoso martes vivido por el oficialismo. “Máximo, como la expresión del kirchnerismo químicamente más puro, se mueve muy cómodo con iniciativas políticas como el impuesto a las grandes fortunas o la legalización del aborto. El presupuesto, el acuerdo con el FMI, el equilibrio fiscal, son banderas difíciles de militar. Recordemos que Máximo no cerró con su discurso la ley de Presupuesto. La primera vez que el jefe de la bancada oficialista no defiende el presupuesto. Fue raro”, evaluó Marangoni, para quien Máximo Kirchner “sigue despertando sospechas en los sectores empresarios”.
“La Cámpora no está contra las empresas; eso es una construcción artificial, mediática y prejuiciosa. Máximo viene repitiendo que el aporte extraordinario (de las grandes fortunas) no es contra de nadie, es una medida excepcional en el marco de la pandemia”, dijo a este medio un funcionario legislativo del entorno de Máximo Kirchner. Afirmó que el titular del bloque del FdT tiene un diálogo “cotidiano y permanente” con los sectores productivos. “Nuestro modelo productivo es muy simple: queremos que haya muchas empresas, que den mucho trabajo, y que les paguen bien a sus trabajadores”. Esto es lo que Máximo Kirchner le dice a los representantes del establishment.
“No lo conocía personalmente. Me convocó a su despacho y me preguntó qué pensaba del impuesto a las grandes fortunas. Le di mi opinión. Le dije que parte de lo recaudado debía destinarse a las Pymes. Ese punto fue agregado al proyecto” contó un diputado opositor. Mientras tomaba té de hierbas, fue mucho más lo que escuchó y preguntó que lo que habló.
Esta flexibilidad política se refleja en la confianza que Máximo Kirchner depositó en Cristina Alvarez Rodríguez, secretaria parlamentaria del bloque y pieza esencial en la confección de la agenda, quien viene del sciolismo y no integra La Cámpora. Claro que esa misma flexibilidad marida con el pragmatismo: Máximo Kirchner puso en la Secretaría Administrativa de la Cámara a Rodrigo ‘Rodra’ Rodríguez, histórico dirigente de La Cámpora. Esta oficina maneja los recursos y la administración de la Cámara Baja.
Desde La Cámpora hablan de “la excelente relación de Máximo con Sergio Massa”. Dicen que “nunca dejaron de hablar”, ni aun cuando Massa, ya fuera del Frente para la Victoria, cascoteaba a Cristina Fernández con imputaciones severas. Máximo y el ministro Wado de Pedro, sin rencores, tejieron el ingreso de Massa al FdT. Los tres, desde hace un tiempo, en sociedad política, mantienen reuniones con distintos grupos empresarios. Más pragmatismo.
Pero la relación armónica con Massa que describen no cuenta algunos grises políticos. Poco antes de que se anunciara el tratamiento en el recinto del proyecto del impuesto a las grandes fortunas, Massa había reunido a un grupo de periodistas para comentarles en off que la iniciativa “no estaba en la agenda”.
La Cámpora y el PJ
Máximo Kirchner, Wado, Andrés Larroque (ministro de Kicillof), Mariano Recalde y la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, son la histórica conducción de La Cámpora. La exagrupación juvenil consolidó su integración al PJ, dejando atrás viejas desconfianzas. Además del bloque, Máximo acciona en el Gran Buenos Aires, donde ha tejido una alianza (“silenciosa, sin estridencias”, la definen) con los intendentes del conurbano. Conversa seguido con los ministros Guzmán y Kulfas.
“Leal a Alberto”, como suele escuchársle, Máximo Kirchner no revela aun sus planes políticos futuros. Como diputado nacional tiene mandato hasta 2023. Justo cuando se renueva la presidencia de la Nación.