Bento y el alto precio de la ambición

Al ex juez federal de Mendoza no le bastaron el poder ni el abultado sueldo que cobraba. La tentación pudo más y ahora ya no es juez, ni tiene sueldo y está detenido. El juicio penal en su contra ahora se agilizará.

Bento y el alto precio de la ambición
Walter Bento fue destituido como juez federal y el Tribunal Oral Federal II ordenó su detención. Foto: Orlando Pelichotti

¿En qué momento Walter Bento sintió que nada de lo que tenía era suficiente?¿En qué momento dejaron de bastar el poder, el prestigio de un cargo único y un sueldo que más del 90% de los argentinos desearían? ¿En qué momento pensó que podía hacer de su trabajo un negocio y decidió pasarse al lado de los que juró combatir?

¿Fue antes o después de conocer a Diego Aliaga? ¿Fue el delincuente el que propuso la sociedad o él ya tenía todo planeado y vio un potencial socio en ese contrabandista?¿Hubo otros Aliaga antes de Aliaga? Algo está claro: la naturaleza del ser humano no se desvía por una propuesta indecente, por muy tentadora que sea. Más cuando va en contra de la esencia de su función.

El hombre que durante quince años fue el juez más poderoso de los Tribunales Federales de Mendoza cayó. El ruido de semejante caída se sintió en todo el país. La destitución decidida por el Consejo de la Magistratura y su posterior detención al quedarse sin fueros fueron noticia nacional.

La historia de Bento ya se sabe: en 2005 se hizo cargo del Juzgado Federal número 1 de Mendoza, que además de causas de narcotráfico y contrabando, entre otras, tiene a su cargo el control de las elecciones.

Llegó allí nombrado por Néstor Kirchner, con un padrino político (Juan Carlos Mazzón) y una madrina judicial (María Servini) con quien había trabajado en Buenos Aires. Y se volvió todopoderoso. Tanto que toda la dirigencia política local le temía.

De hecho, desde que empezó la investigación nadie de la política alzó la voz en contra del juez. Sólo cuando su caída se anticipaba inexorable, algunos, muy pocos, tomaron valor para cuestionarlo. El resto sigue en silencio, como si aún pudiera dañarlos.

El Consejo de la Magistratura lo destituyó por intentar obstaculizar la Justicia. Y también por falta de decoro e incumplimiento de las obligaciones que tiene un juez. Por ejemplo, no se declaró como una “persona políticamente expuesta” en la compra de dos propiedades. Así, evitó la notificación a la UIF y la consiguiente investigación por lavado de dinero.

También sacó un crédito para vivienda única que le evitó el pago de algunos impuestos, cuando ya tenía varias propiedades en su haber. O sea, un multimillonario que buscó ahorrarse unos pesos. Esa “avivada” refleja la verdadera naturaleza de Bento tanto como la asociación ilícita por la que es juzgado. Una naturaleza que los trajes y la formalidad que solía imponer no pueden disimular hoy.

La caída de Bento tiene dos detonantes fortuitos. El primero es la detención de Walter Bardinella Donoso en marzo de 2020, días antes de la cuarentena. Ese narcotraficante, que según la investigación judicial es parte de la banda que lideraba el juez, tenía un celular sin clave que guardaba muchos de los secretos del clan.

El segundo detonante fue el homicidio de Aliaga. Este caso hizo recordar a alguien que había chats en un celular secuestrado, el de Bardinella, en los que aparecía el asesinado. Cuando lo fueron a buscar, descubrieron que se mencionaba a Bento. La suerte que el juez iba a buscar a los casinos de Las Vegas no lo favoreció acá.

Entonces, empezó una sucesión de apartamientos de fiscales y jueces hasta que el informe llegó a Dante Vega. Fue en noviembre de 2020, hace justo tres años. El fiscal que en todo momento intentó apartar y desprestigiar Bento se hizo cargo y avanzó. La destitución es un efecto colateral, necesario, de esa investigación.

Así Vega, que tuvo un rol protagónico en las causas por delitos de lesa humanidad y está identificado con el kirchnerismo, inició una causa contra un juez protegido por el kirchnerismo. Esa protección fue evidente e hizo que el Consejo de la Magistratura dilatara una y otra vez el tratamiento de la denuncia contra Bento hasta hace menos de seis meses.

Fue Rodolfo Tailhade, el diputado K que impulsa el juicio contra la Corte Suprema y quedó envuelto en una operación de espionaje en estos días, quien en mayo pasado hizo el último intento de posponer la acusación y suspensión del juez.

En más de una década, Bento, su esposa y sus hijos acumularon casas, departamentos, dúplex, locales comerciales y autos de lujo. También varios meses de vacaciones por año en destinos de lujo. Un patrimonio y un nivel de gastos que no podían darse, pese a los altos ingresos familiares.

Bento, de no haber sido suspendido y ahora expulsado, cobraría al menos 5 millones de pesos mensuales. Su esposa, prosecretaria en la Justicia Federal, otros dos millones. Sus hijos tenían también el futuro asegurado: Nahuel como secretario, 2 millones por mes y Luciano, como oficial, alrededor 1,5 millón. No alcanzaba para tanto como tenían, pero sí para mucho. Todos ellos, además, tenían el trabajo asegurado hasta la jubilación, de no haber caído en la tentación.

El juicio penal que enfrenta la familia y que señala a Walter Bento como jefe de una asociación ilícita que cobraba para liberar a delincuentes (y le permitió enriquecerse) está en pleno desarrollo. Y por lo visto y escuchado hasta ahora, todo indica que sólo cabe una condena al final de todo el proceso.

La semana próxima, cuando se retomen las audiencias, Bento ya no llegará en su camioneta desde su casa del barrio Palmares. Lo trasladará junto a sus cómplices un camión penitenciario desde el complejo penitenciario de Cacheuta y entrará esposado al edificio en el que supo reinar.

Tampoco, por protocolo de seguridad, tendrá cordones en sus zapatos, por más que se apegue a ese traje que le sirve de disfraz para dar una imagen de sí mismo muy alejada de la realidad. Ese traje que usó hasta en el mismo momento de su detención.

A partir de ahora, Bento será juzgado como un ciudadano común y corriente detenido, ya sin el poder que le daba ser juez y estar libre, aunque estuviera suspendido. Y por eso probablemente el proceso se agilice.

Quienes siguen al día el juicio entienden que las juezas integrantes del tribunal “trabajarán más tranquilas” a partir de ahora, con el respaldo institucional que les da el pronunciamiento del Consejo de la Magistratura.

Pero aun si al final de todo el proceso fuera declarado inocente, nunca más podrá volver a ese despacho que ocupó durante 18 años. El prestigio, el poder y el sueldo envidiable los perdió por la ambición desmedida. Quiso todo y se quedó sin nada.

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