Rodolfo Suárez vivió su segundo discurso anual ante la Legislatura como un deja vú del primero que dio el año pasado: se bajó del auto oficial en una Peatonal casi desierta, entró acompañado por el vice Mario Abed a un recinto semivacío y habló durante casi dos horas con el coronavirus como contexto de todo. El 1 de mayo de 2020 Mendoza tenía 79 contagiados y 9 muertos. Un año después ha habido casi 92 mil infectados y 1.800 fallecidos, cifras que la virulencia de la segunda ola seguirá incrementando.
“Condenado a ser el gobernador de la pandemia”, como lo definió en este diario Marcelo Zentil, Suárez está atrapado casi desde el inicio de su mandato en la difícil coyuntura sanitaria, pero también en la económica y política, que lo obliga a vivir un presente perpetuo de virus, crisis y grieta.
A estos tres “fantasmas” el Gobernador le dedicó su alocución. El primero sobrevoló casi todo el discurso, pero sobre todo la primera mitad, donde sus referencias a la salud y a la educación se vieron reducidas a la pelea desigual contra el Covid-19, en la que Suárez exhibió la inversión en infraestructura e insumos sanitarios y la presencialidad educativa como armas contra el “confinamiento absoluto” que “prefirieron otros estados”. Un palito a algunas provincias, pero también a la Nación que ayer puso al Gran Mendoza a la par del AMBA en materia de emergencia sanitaria, obligando ahora a Suárez a “larretizarse” defendiendo las escuelas abiertas frente a Alberto Fernández.
Donde sí se alineó con el Presidente es en materia de elecciones: como se preveía, el gobernador anunció que no hará uso de la facultad de desdoblar que le da la ley electoral provincial y que en Mendoza se elegirán este año los cargos legislativos provinciales junto con los nacionales. Este fue el principal anuncio de Suárez en un discurso que no se caracterizó por traer grandes revelaciones. Y se entiende: el presente perpetuo al que está condenado le impide proyectar mucho más allá.
Condenado al corto plazo, el gobernador ya sabe que a la larga crisis económica no podrá responderle con los cambios en la matriz productiva que imaginó y prometió en su campaña electoral en 2019. Sin minería y con pandemia, sus apuestas son los incentivos a la inversión privada. En este contexto aparecen sus anuncios económicos en la Legislatura: Mendoza Activa II, Enlace y un proyecto de ley que enviará para atraer inversiones industriales dándole beneficios impositivos a las empresas, la única “zanahoria” que la Provincia puede mostrarles en esta crítica situación. Sin caja y sin perspectivas de mejora, no hubo grandes anuncios de obras, solo la ratificación de las que están en marcha.
El tercer fantasma que Suárez marcó en su discurso es la política, encarnada en el rechazo de la oposición a la reforma constitucional que anunció en ese mismo sillón legislativo hace un año y que también quedó paralizada. No tanto por la pandemia sino más bien por el contexto electoral. Mientras pidió no “alimentar el fuego cruzado de las grietas”, lanzó una dura ofensiva contra el principal frente opositor, el peronismo, por negar el debate en la Legislatura. Justamente, la institución que más sufriría el ahorro del gasto político que propone la reforma con la unicameralidad. Previsiblemente, después desde las redes todo el peronismo le ratificó que con este proyecto Suárez “no pasará”.
En este adverso panorama transcurrió el discurso del gobernador, casi sin referencias al futuro y describiendo un presente detenido hace un año en la pandemia. Será por eso que el tedioso repaso de lo hecho en su gestión desde que estalló el primer contagio quedó opacado por lo más importante que Suárez dijo en la Legislatura. Que no fue ante los legisladores sino ante los periodistas en la conferencia de prensa posterior: las escuelas seguirán abiertas. Otra vez, como viene ocurriendo, la coyuntura se llevó puesto cualquier objetivo mayor, como la minuciosa redacción de un discurso que quedará rápidamente en el olvido.