En medio de algunas dudas y tras acordarlo con los intendentes del Gran Mendoza, Rodolfo Suárez decidió mantener hasta el 31 de agosto en Mendoza la situación de distanciamiento social (DISPO, según la terminología que usa Alberto Fernández en sus filminas). Serán 15 días clave para la provincia que pueden determinar, al iniciar setiembre, que lo peor ya pasó o, todo lo contrario, que hay que retroceder a la Fase 1.
En su laptop, la que traslada a diario desde su escritorio en el cuarto piso de Casa de Gobierno hasta la oficina que se instaló en su casa, el Gobernador mira obsesivamente el tablero de control con datos que le brinda el Ministerio de Salud. Allí, además de la curva de contagios (que lleva una corta meseta de tres días), hay dos índices que marcan la verdadera “temperatura” de la pandemia: la ocupación de camas de terapia intensiva y los fallecidos.
“Esto es día a día”, repite Suárez como un mantra cuando le preguntan sobre los pasos qué dará el Gobierno en materia sanitaria. Hoy, la relajación de las restricciones que se implementaron en mayo-junio está lejísimo, pero al mismo tiempo el Gobierno tampoco quiere una marcha atrás que signifique cerrar la economía. “La situación del empleo no es buena, por eso estamos tratando de sostener el estatus actual”, le dijo a los intendentes ayer para justificar la continuidad de la cuarentena tal como venía. Pero también les aclaró: “Estas medidas no se van a poder mantener en el tiempo si la movilidad de gente no disminuye”.
Mientras el Presidente se aferra a la “no cuarentena” y le pide volver a cerrar Mendoza, Suárez privilegia el bolsillo de los mendocinos y, también, el del Estado. La caída en la recaudación provincial tocó un piso en mayo y empezó a rebotar. Pero un retroceso de fase volvería a derrumbarla justo cuando hay que empezar a pagar los aguinaldos adeudados a los 95 mil empleados estatales.
En materia sanitaria, con 63 infectados cada 100 mil habitantes, Mendoza es una de las provincias de color “naranja”, según la clasificación que lleva adelante Martín Barrionuevo, un experto en estadísticas que a diario monitorea los datos del Covid en el país y los difunde en las redes sociales. Ese color indica que nuestra provincia está a un escalón del “rojo” en el que ya están el AMBA, Jujuy, Tierra del Fuego y Río Negro.
Pero el color se oscurece cuando se empieza a mirar la cifra de fallecidos. Mendoza, con 76 muertos hasta ayer, tiene una letalidad de 2,4%. Solo Chaco (4,2%), Misiones (3,6%), Río Negro (2,8%) y La Rioja (2,5%) tienen una mayor.
Suárez repite que aunque las muertes crecieron el último mes a la par de los casos, se mantienen en un nivel bajo. El índice al 18 de agosto era de 43,2 por millón de habitantes, más alto que la mayoría de las provincias pero muy lejos de cifras preocupantes como las que han registrado Chaco (156,9) y el AMBA, que registra entre 300 y 500 según la zona.
En el contexto internacional, Argentina tiene una de las letalidades más bajas (124,2 por millón) aunque viene creciendo. En Latinoamérica todavía está muy detrás de Colombia (294), México (442), Brasil (507) y Chile (537), un ránking que nivel mundial lideran Perú (799), el Reino Unido (696) y España (607).
Estos números que parecen colocar al país y a Mendoza en una situación aún favorable, vienen agravándose. Y están cerca del “rojo” cuando se mira otro índice clave: la ocupación hospitalaria. Hoy, el Gran Mendoza tiene el 70% de las camas de terapia intensiva ocupadas (63% en el resto de la provincia), según la última información del Ministerio de Salud del viernes 14. Pero como los tiempos de internación por Covid son superiores a cualquier otra patología respiratoria -y se alarga aún más en los enfermos más graves-, mientras más contagios haya más presión pondrán sobre el sistema sanitario. Los más pesimistas calculan que en 10 días la ocupación podría llegar al 90% de las camas, ya con los casos leves directamente aislados en sus domicilios para descomprimir el sistema.
“Tenemos que bajar la circulación de gente porque a este ritmo de contagios va a colapsar el sistema de salud”, le advirtió Suárez a los intendentes ayer martes, antes de firmar el decreto que extendió sin cambios la cuarentena hasta el 31 de agosto. ¿Habrá sido el último intento por evitar el cierre obligado o, mejor, la última advertencia a la ciudadanía de que, sino se cuida, vuelve todo para atrás? El 1 de setiembre, con la primavera a la vuelta de la esquina, estará la respuesta.