Rodolfo Suárez empieza a transitar diez días en los que puede ser el héroe o el villano de la pandemia. Para lo primero, necesita demostrar que no hace falta volver a la Fase 1 para bajar la curva de contagios y, de esa manera, descomprimir el saturado sistema sanitario de Mendoza. Para lo segundo, basta con que la situación siga como hasta ahora: alta positividad en los testeos y por ende, casi total ocupación de camas de terapia intensiva.
Tanto ayer como hoy, el Gobernador dio señales de que hasta que no termine esta etapa de aislamiento voluntario, el 22 de setiembre, no habrá cambios en las restricciones a la circulación en la provincia. Y hasta se permitió un gesto de optimismo: dijo que en los últimos días ha bajado la movilidad de la gente.
Aunque Suárez no mostró números, las últimas estadísticas de Google indican que al 4 de setiembre la “sensación de movilidad” en Mendoza había aumentado respecto a julio, justo cuando empezaron a incrementarse los contagios. Y mucho más en relación a agosto, por lo que todo indica que a principios de este mes la relajación social llegó a su máximo en la provincia, a la par del récord de casos diarios.
“Estamos analizando día a día cómo seguir”, aseguró ayer el Gobernador en el zoom con empresarios que su oficina de Prensa se preocupó en difundir ampliamente. Después de casi seis meses de cuarentena, Suárez se enfrenta a un triple desafío en el combate a la pandemia. El primero, sanitario: bajar los contagios. El segundo, económico: evitar el cepo al comercio y la producción. Y el tercero, político: demostrarle a Alberto Fernández que no es el villano que la Nación está agitando.
Desde aquella teleconferencia donde el Presidente lo retó ante el resto de los gobernadores, la ofensiva del gobierno nacional contra Suárez se acrecentó. Las flexibilidades que rigen en Mendoza no agradan en la Rosada, y más desde que Rodríguez Larreta decidió ir por el mismo camino en la Capital Federal. En respuesta, Suárez decidió invitar a Fernández a visitar la provincia, un acercamiento que terminó en mayor distancia. A pesar de su promesa, el Presidente suspendió a último momento su primer viaje a Mendoza como primer mandatario y aunque en su entorno adujeron “cuestiones de agenda”, las razones quedaron claras esta semana: Fernández no quiere quedar como el malo de la película que obliga a los mendocinos a retroceder a marzo, a volver a encerrarse, una decisión que supuestamente el Gobernador le iba hacer anunciar el lunes en la frustrada visita para que pagara el costo político de la medida.
“Las decisiones las tiene que tomar el gobernador Suárez”, le dijeron a Los Andes desde la Rosada para ratificar que la Nación quiere ahora despegarse de la orden de volver a Fase 1, un discurso que va en la misma línea de la negación oficial de que en la Argentina exista una cuarentena.
Ahora en libertad de acción, aunque escrutado por Fernández y el kirchnerismo esperando si da el paso en falso -esto es, que colapsen la curva de contagios o el sistema sanitario-, el Gobernador ha decidido no apurar una posible marcha atrás. A casi un año del triunfo electoral que lo llevó al sillón de San Martín, su horizonte es la pospandemia, el momento en el que por fin pueda orientar la gestión a los temas estratégicos que según él Mendoza necesita encarar, para salir del estancamiento que el coronavirus ha profundizado.
Para esto cuenta con los intendentes oficialistas, sobre todo los del Gran Mendoza, quienes están decididos a “aguantar la parada” de la apertura de la provincia en medio de la agudización de los contagios. El mayor aperturista es Marcelino Iglesias (Guaymallén), a quien algunos atribuyen haber dado la estocada final para la suspensión del viaje presidencial cuando habló de la “cuarentena del fracaso”.
En el otro rincón aparece un intendente peronista, Emir Félix (San Rafael), quien sin medias tintas empezó a diferenciarse pidiendo un retroceso inmediato. El sanrafaelino está preocupado porque en solo un mes, la pandemia le explotó en las manos a pesar de haber blindado su departamento.
Por ahora, Suárez le presta el oído más a Marcelino que a Emir, convencido que, como le dijo ayer a los empresarios, hubo “un relajamiento de las normas y creo que ahora está cambiando eso con los llamados al aislamiento preventivo que hemos realizado”.
Un aislamiento, o DISPO, al que le quedan 12 días de vigencia y al que el “héroe” Suárez apuesta todo para no quedar como el “villano” que la Nación viene creando.