El empresario de la carne, Alberto Samid, fue escrachado este lunes en un restaurante cuando un grupo de clientes que estaban en el lugar lo identificó y comenzaron a gritarle adjetivos de todo tipo. La reacción de los comensales se debió a que Samid debe cumplir arresto domiciliario, situación que estaba violando de forma escandalosa.
El controvertido empresario purga una condena a cuatro años de prisión desde 2019 por evasión de impuestos, condena que debía realizarla con prisión efectiva. Sin embargo, Samid había sido beneficiado con el régimen de prisión domiciliaria debido a condiciones físicas y de salud.
El hecho tuvo lugar en una casa de comidas ubicada en las inmediaciones del empresario, en Ramos Mejía. Hasta ese local llegó el condenado, acompañado de dos personas más y los tres se sentaron a almorzar como si fueran clientes comunes y sin nada que ocultar. No obstante, varios de los presentes lo identificaron y desde una mesa dos mujeres –Norma y Gabriela- se incorporaron y se acercaron al mediático empresario.
“Vergüenza le tiene que dar”, le gritó una de las mujeres mientras le pedían que se fuera del local. “¿Dónde tiene la tobillera?”, lo increpó la misma persona y luego le gritaron “Que se vaya”, “andate chorro”.
Al verse individualizado, Samid se incorporó y emprendió la salida del comercio. Lo mismo hicieron los dos hombres que lo acompañaban, sin pagar lo que habían consumido.
Tras el incidente, Norma relató a TN lo ocurrido: “Sentí una tremenda indignación. No es posible. Incluso me enojé con varios de la mesa que estaban con nosotros, porque todos protestaban y nadie se animaba (a decirle algo a Samid). Entonces, con una amiga nos levantamos y lo fuimos a encarar porque sentimos vergüenza ajena de lo que ha hecho esta gente. Ellos nos miraban como si fuesen angelitos”.
“Empezamos a preguntarles por la tobillera... Nos preguntaron si éramos de la Policía pero no nos asustamos para nada. Entonces, no les quedó otra que levantarse e irse. Los acompañamos hasta la puerta, empezamos a aplaudir, a gritarles que son unos sinvergüenzas, chorros y esas cosas, hasta que se retiraron. Y se retiraron sin pagar. Los dueños los tuvieron que correr hasta que pagaron lo que habían consumido”, comentó.