El presente artículo se basa en el diálogo que mantuvo Giovanna Borradori con dos grandes filósofos del presente, Jürgen Habermas y Jacques Derrida, a partir de los sucesos acaecidos el 11 de setiembre de 2.001, el ataque terrorista a la Torres gemelas, en la ciudad de Nueva York (1).
Me parece importante acercar al lector el significado que brindan estos pensadores de algunos conceptos que se refieren a los actos terroristas que estamos presenciando y viviendo en la actualidad.
Los violentos sucesos acaecidos hace poco tiempo en Francia, en Mali, en Siria y otros lugares, nos hacen pensar en el terror como respuesta patológica a situaciones que tienen su origen, no solo en fundamentalismos religiosos, sino también en cuestiones políticas y económicas.
El terror siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, como un modo de dominar, castigar, vengar, o someter voluntades e ideales.
Habermas distingue, en la actualidad, al menos tres tipos de terrorismo: guerra de guerrillas no discriminativas (caso palestino), guerra de guerrillas paramilitar (propio de movimientos de liberación nacional) y el terrorismo global.
La globalización ha acelerado la reacción defensiva del temor al que define como: “El violento desarraigo de los modos de vida tradicionales”, además, ha dividido la sociedad mundial en ganadores, beneficiarios y perdedores. Por otra parte, si el mensaje que exportan las democracias liberales occidentales sigue siendo el consumismo, el fundamentalismo continuará sin ninguna oposición. La relación entre fundamentalismo y terrorismo está mediada por la violencia, que Habermas entiende como una violencia comunicativa, manipuladora.
Derrida plantea que se cuestione la distinción entre guerra y terrorismo: “Las guerras siempre han estado contaminadas de terrorismo a través de la intimidación de la población civil”. “Desde siempre los estados soberanos han hecho terrorismo contra sus propios pueblos o contra otros pueblos en tiempos de paz o en tiempos de guerra”.
“Si nos referimos a las definiciones corrientes o explícitamente legales del terrorismo ¿qué hallamos? La referencia a un crimen contra la vida humana en violación de las leyes (nacionales o internacionales) implica en ese caso, a la vez, la distinción entre civil y militar (las víctimas del terrorismo son supuestamente civiles) y una finalidad política (influenciar o cambiar la política de un país aterrorizando a su población civil. Por lo tanto, esas definiciones, no excluyen el terrorismo de Estado”.
“Todos los terroristas del mundo pretenden actuar en respuesta, para defenderse, ante un terrorismo de Estado preexistente que, sin mostrarse como tal, se cubre de todo tipo de justificaciones más o menos creíbles.”
La grave sospecha de Derrida es que la virtualización del terrorismo ha de complicar aún más la distinción entre guerra y terrorismo, entre guerra y paz.
¿Cuál es el rol de las organizaciones internacionales en este contexto globalizado?
Habermas responde : "Las discrepancias entre el deber y el poder, entre el derecho y el poder distorsiona tanto la credibilidad de la ONU, como la práctica de intervención de estados poderosos que tan sólo usurpan un mandato-así sea por buenas razones- y con ello pervierten en acto de guerra lo que sería legítimo como acción política".
Habermas piensa que nos encontramos en una transición entre el Derecho Internacional Clásico a lo que Kant anticipó como un Derecho Cosmopolítico. Esto es, que las grandes organizaciones se conviertan en actores con capacidad de acción para hacer acuerdos transnacionales en un tejido mundial con una infraestructura normativa y ejecutiva que garantice la implementación de programas y políticas más magnánimas, que hagan posible la coexistencia pacífica de los seres humanos.
Derrida considera que debe haber un cambio (“mutación”) muy profundo entre las organizaciones internacionales y Derecho Internacional. Sin embargo, es imposible predecir a qué ritmo ocurrirá. En todas las transformaciones hay que considerar la aceleración de los tiempos actuales, especialmente los cambios tecnocientíficos.
Habrá que analizar todas esa mutaciones: en la estructura del espacio público, en la interpretación de la democracia, de la teocracia, de los conceptos de Estado-nación y de su soberanía, del rol de la ciudadanía, en la transformación del espacio público por los medios de comunicación que a la vez sirven y amenazan a la democracia.
Sin esperanzas sobre la posibilidad de la constitución de un Derecho Internacional, cuyas instituciones sean respetadas en sus deliberaciones y resoluciones por los Estados soberanos, la convivencia mundial se vuelve no sólo utópica, sino también aporética.
Con respecto al concepto de “mundialización”, ha adquirido importancia el tema de la tolerancia. Derrida prefiere el concepto de hospitalidad, porque tolerancia connota una concesión caritativa, condescendiente, en cambio, la hospitalidad es la “acogida del otro”. Sin embargo, opone la hospitalidad absoluta, incondicionada, ideal, a la hospitalidad real, sometida a reglas y límites: elementos opuestos que se excluyen y se necesitan mutuamente. Es la misma relación que existe entre Justicia y Derecho.
Cree que universalismo es aquello por lo que luchan las instituciones republicanas y la participación democrática en su búsqueda infinita de justicia. Las nociones de república y democracia, de institución y participación no son absolutas, sino construcciones cuya validez evolucionan con el tiempo y requieren una constante revisión.
La democracia, piensa Habermas, con su estructura perfectible, es a la vez el medio y el fin de la emancipación y la convivencia, individual y social. La emancipación es un proceso de maduración cívica de los ciudadanos que les provee los requisitos para participar libremente y en condiciones de igualdad, en una democracia estructurada como democracia institucional.
Sin embargo, ésta se obstaculiza por el consumo masivo y su ideología: el consumismo y, además, por la mayor circulación de la información, entonces, se convierten en las causas de la atrofia de varias funciones democráticas. Maniobras impulsadas por corporaciones multinacionales y un mercado desenfrenado, que impone una cultura masiva con sus propias reglas de participación democrática, reglas utilitaristas que sirven casi siempre a intereses privados y no al interés público.
Me resulta imposible concluir este artículo, con un pensamiento claro sobre lo que estamos viviendo en este estado de mundialización. Exige un abordaje ciertamente complejo sobre las distintas categorizaciones del terrorismo: terrorismo de Estado, narcoterrorismo, terrorismo internacional, etc., lo que sí tengo claro, es cualquier forma de terror o violencia que se ejerce sobre víctimas inocentes , no puede justificarse con “guerras preventivas”, ni “daños colaterales”, “xenofobias” o “razón de estado”, sino que se tratan de crímenes de lesa humanidad.
(1)Borradori,G. La Filosofía en época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida”. Buenos Aires.Taurus.2.004.