La política chiquita

El desastre de las inundaciones dejó al descubierto que los relatos de los oficialismos hacen agua. Necesidad de rever las prioridades del gasto y ejecutar verdaderas políticas de Estado.

La política chiquita
La política chiquita

Un buen día todos los exitosos relatos de los oficialismos de Capital Federal, de provincia de Buenos Aires y de la Nación se los llevó una tormenta feroz. Los 10 años de kirchnerismo en el país, los 26 del peronismo tradicional en la provincia de Buenos Aires y los cinco del macrismo en la Ciudad Autónoma quedaron desnudos, a la vista de todos, haciendo agua.
 
La falta de inversión básica es lo que ocasionó que gran parte del área metropolitana y de La Plata quedara anegada, bajo un metro y medio de agua. Barrios ricos y pobres fueron castigados igualmente tanto por el diluvio como por la falta de modernización de la infraestructura. Nadie zafó. Lo curioso es que los presupuestos de estas jurisdicciones crecieron por diez en la última década. Sin dudas, hay que indagar sobre las prioridades de los gobernantes a la hora de decidir en qué gastar. 

Sí, es cierto que llovió demencialmente, como nunca antes. Pero eso no quita que las políticas de Estado, que son las que planifican las ciudades para muchas décadas, no hayan sido eficientes ya que en algunos casos ni siquiera existen. Con justa razón, los vecinos se preguntan adónde van a parar los impuestos que pagan todos los meses ya que el Estado termina apareciendo en situaciones como éstas totalmente indolente.

En este escenario, lo que más bronca le dio a la gente fue que los políticos se tiraran por la cabeza las responsabilidades. El martes el  kirchnerismo salió a echar culpas a Mauricio Macri por "el déficit de gestión" y el ingeniero acusó a la Nación de frenar los créditos internacionales para obras clave de entubamientos de los arroyos Medrano y Vega, que colapsaron y causaron los mayores anegamientos en la Capital. Pero esta "politiquería" tan poco oportuna en medio de la tragedia de los vecinos que perdieron familiares y se quedaron literalmente en situación de calle, fue encima complementada por respuestas aisladas, sin coordinación entre las distintas jurisdicciones.

El martes, cuando la ciudad de Buenos Aires fue el centro del drama, los funcionarios K Julio De Vido y Sergio Berni ni se cruzaron con los hombres de Macri. Pero como La Plata es un territorio kirchnerista, los alfiles de Cristina Fernández sí improvisaron rápidamente una reunión de trabajo -un comité de crisis- con los funcionarios de Daniel Scioli.

La presidenta Cristina Kirchner decidió visitar a los inundados de La Plata y del barrio Mitre, en Capital. Tuvo, hay que decirlo, más reflejos que en febrero de 2012, cuando se tardó cinco días en referirse a la tragedia ferroviaria de Once. Debió soportar recriminaciones, pero le puso el cuerpo. El gobernador Scioli se mostró hiperactivo y el macrismo tuvo el miércoles su reunión para tratar de dejar atrás la pobre imagen que dejaron el martes cuando media ciudad quedó bajo el agua.

Scioli, quien desafía al kirchnerismo con su intención de ser presidente, mostró mayor capacidad de reacción que Macri, quien también aspira al sillón de Rivadavia. El bonaerense puso la cara desde primera hora en La Plata y el porteño debió volver de improviso desde sus minivacaciones en Brasil, cuando la situación era dramática y solo dos de sus hombres daban respuestas: Diego Santilli y María Eugenia Vidal. Pero Scioli tuvo el apoyo de la Nación, que no sólo aportó víveres, frazadas, colchones y apoyo en seguridad, sino que hasta ayudó a identificar a la mayoría de las víctimas de la tormenta.
 
A los kirchneristas de paladar negro y a Scioli la tragedia los obligó a hacer una tregua, que suspendió la pelea por el financiamiento monstruoso que reclama la Provincia para pagar sueldos y la inminente negociación de las listas de diputados donde estará en juego el futuro político del kirchnerismo nacional y la gobernabilidad de la principal provincia del país.

Sin embargo, también hubo miserabilidad. Como la de aquellos funcionarios que a través de medios afines publicaron informaciones falsas, haciéndole creer a la sociedad que estaban con los pies en el agua, ayudando a los damnificados y en realidad estaban de vacaciones. Fue el caso del vicegobernador Gabriel Mariotto, que recién ayer a la mañana apareció, y del intendente de La Plata, Pablo Bruera, que se hizo presente en su ciudad el miércoles por la noche y no estuvo con la Presidenta cuando recorrió las zonas inundadas.
 
Otros funcionarios clave también estaban fuera del país, aunque no mintieron como Bruera y Mariotto. Fue el caso de la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, quien regresó de París de una cumbre mundial sobre pobreza y debió escuchar fuertes recriminaciones de vecinos, o el caso del jefe de gabinete de Macri, Horacio Rodríguez Larreta, quien fue recibido por la agencia Télam en el aeropuerto para incomodarlo.

Frente a la política chiquita y egoísta que se impuso en las primeras horas ante la tragedia de miles de personas, el miércoles los distintos partidos políticos reaccionaron en positivo haciendo colectas por todo el país para llevar ayuda a los inundados. Desde los muchachos de La Cámpora al radicalismo y el FAP se enfrascaron en esta tarea. En todas las provincias hay donaciones para ayudar a los inundados. Los centros de acopio funcionan en las Casas de Gobierno, en el Congreso Nacional y hasta en casas particulares.

La única voz razonable que apareció estos días fue la del presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, otro que Cristina tiene en la mira. El juez manifestó desde su cuenta de Twitter la necesidad de "prevenir" con "políticas de Estado que modifiquen la infraestructura básica de la sociedad para los desafíos climáticos del siglo XXI"" y sentenció: "Es falso prometer a los jóvenes un futuro si al mismo tiempo no se invierte en ese futuro". Luego escribió: "Se requiere nobleza para lograr acuerdos básicos, gestión eficaz para implementarlos, organismos profesionales independientes de las elecciones y amplia participación ciudadana para sostener su funcionamiento en el tiempo", aseguró.

Cuando las aguas bajen, todos los que tienen responsabilidad de gestión deberán hacer una fuerte autocrítica para que la próxima tormenta no tenga consecuencias aún peores. No se trata sólo de plata a invertir sino de eso que los políticos pierden habitualmente en el relato: la voluntad de hacer.

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