Si uno se pregunta ‘cómo será el infierno’ la respuesta hoy puede tenerla una nena tucumana de 12 años que desde hace algún tiempo es sometida a un tormento sigiloso, persistente y brutal que han impactado de forma devastadora en su salud psíquica y física. Y fue necesario un hilo de Twitter de una periodista para poder visibilizar y frenar –aunque sea momentáneamente- el acoso sexual de un adulto hacia la menor.
“Sofía está escondida desde ayer en casa de unos familiares, porque el vecino se obsesionó con ella, con ella sola, con nadie más, y no puede salir al jardín, tender la ropa ni andar en rollers. El vecino tiene 71 años y está condenado por abuso sexual agravado. Sofía tiene 12”. Ese espeluznante posteo de la comunicadora Mariana Romero sirvió para que todo el país rápidamente conociera la historia de una pequeña que vive con su mamá, Eliana Barrionuevo (37), y sus hermanos de 6 y 17 años (cabe aclarar que Sofía es un nombre ficticio).
Los cuatro son oriundos de la ciudad Cruz Alta, en el departamento Alderetes y a tan solo 10 minutos de la capital tucumana. El inicio de la pandemia supuso para la nena y para toda la familia el comienzo de un primer calvario extremo: debido al coronavirus la Justicia autorizó la prisión domiciliaria para Gregorio Evaristo Leiva (71), un criminal sexual condenado por la violación de su propia hija. Leiva ahora regresó al vecindario, vive al lado de los Barrionuevo y desde hace meses acosa a la nena de 12 años, tal y como lo relató la mujer.
Según lo señaló Eliana a Los Andes, desde el año 2011 su familia vivía en la ciudad de Alderetes y desde siempre sus vecinos fueron los Leivas. Pero los intensos robos que sufrían por parte de ellos hicieron que en el 2018 dejaran el lugar y se fueran a una zona más tranquila. Tras su partida y con el tiempo se enteraron que Gregorio Leiva había sido denunciado por una de sus hijas y condenado por la violación agravada; además otro integrante del clan fue asesinado en un presunto ajuste de cuentas.
A principios del 2019 Eliana regresó con su familia a su vivienda de Alderetes con la intención de llevar una vida tranquila en el lugar ya que los Leiva se habían ido, pero a mediados de junio de este año Gregorio Leiva fue beneficiado con la prisión domiciliaria debido a que es paciente de riesgo. No obstante a los pocos días de su regreso, el condenado se ‘fijó’ en su vecina de 12 años y a partir de allí comenzó el tortuoso día a día para la pequeña: “El 27 de junio mi hija estaba jugando en la vereda y yo estaba cerca escuchando música. En la casa de alado estaba este señor con otra persona y cuando vio a mi hija le dijo ‘mi amor, mi vida, vení’. En eso el amigo de este hombre le comentó ‘Ya está viejo, ya la vas a agarrar’. Esto pasó a la siesta”, detalló la mujer.
“La nena entró llorando y me contó lo que había; yo salí y lo increpé por lo que le habían dicho a mi hija, pero el tipo solo se rió”, contó. A partir de ese momento la tensión y el riesgo fueron creciendo ya que los acosos se intensificaron hasta llegar al punto máximo el pasado 25 de agosto: ese día Eliana recibió una llamada telefónica de su hija mayor avisándole que el vecino estaba invitando a su hermanita a ingresar a la vivienda del condenado, con el pretexto de que le iba a convidar comida.
A partir de esa situación denunciaron a las autoridades lo que estaba ocurriendo. Ahí arrancó el segundo calvario.
En derrotero en la justicia
La segunda -y no menos preocupante- parte de la terrible historia comienza en el momento en que la madre de la pequeña intentó hacer la denuncia: “Fui a la comisaría de Alderetes al otro día del primer acoso y allí me dijeron que no podían tomarla porque ‘tenía que dirigirme al Patronato de Internos y Liberado’. Fui al Patronato y me comunicaron que me iban a llamar. Al otro día fui a la fiscalía para saber qué había pasado, pero me encontré con que estaba cerrada por la pandemia y me mandaron a la Brigada de Investigación”, enumeró pacientemente al recordar el periplo.
“De ahí me informaron que la denuncia tenía que hacerse en otra regional por una cuestión de jurisdicción y ellos se comunicaron directamente con la comisaría de Alderetes para saber por qué no me habían tomado la denuncia. Luego de ese llamado me contactó el comisario de mi lugar y así me tomaron la primera denuncia el 11 de agosto”, y resaltó que el episodio había ocurrido el 27 de junio. Pero con el último y más grave –cuando el condenado invitó a la menor a su casa el pasado 25 de este mes- tuvo que acudir otra vez a la policía para realizar una nueva denuncia que, finalmente, terminó en la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Integridad Sexual.
Es decir que tuvo que recorrer seis lugares y esperar más de un mes para que el Estado estuviera al tanto del riesgo que corre una menor. Ante esto Eliana exclamó categóricamente: “Qué tengo que esperar, ¿llegar a mi casa y no encontrar a mi hija?”
Las secuelas del hostigamiento y la espera de una respuesta
A medida que el acoso de Leiva a la menor se fue haciendo más intenso, la nena desarrolló diversas secuelas: “Mi hija está mal, asustada, por las noches no duerme pensando que se va a meter este este tipo en la casa. Recién cierra los ojos al amanecer. Ayer tuvimos que sacarla de la casa y ahora está escondida en la casa de otra persona cercana. Mi hijo más chico se orina y en las noches tiene pesadillas con ‘el viejo’”, relató Eliana. Además deben soportar las amenazas constantes de los hijos del condenado.
Entre idas y vueltas, y sobre todo debido a la presión mediática, la fiscalía estableció que la casa de la familia Barrionuevo debía tener custodia policial desde hoy. Sin embargo, como lo contó la periodista Mariana Romero a Los Andes, tras un par de horas los uniformados se fueron del lugar. Esto motivó a que se hicieran las consultas periodísticas al comisario local, que inicialmente negó la situación y al cabo de unos minutos los efectivos volvieron a verse en la zona. No obstante Romero aclaró que la fiscal de la causa pidió custodia las 24.