Se cumplirán ocho años de un asesinato extraño, complejo para la investigación y aún impune. La víctima fue un hombre de 42 años, señalado como un “justiciero”, que vivía armado y cuyo destino fue un ataque certero que a esta altura todavía no tiene acusados. Todo en una coqueta zona de la Ciudad: la Quinta Sección; nada más y nada menos, que frente a la casa de un intendente.
En 2012 la comuna de Capital era manejada y administrada por el ya fallecido Víctor Fayad. El 3 de julio de aquel año el “Viti” enfrentaba la requisitoria de la prensa y decía: “No se trata de un hecho de inseguridad sino, probablemente, de un ajuste de cuentas” .
Al igual que Fayad, muchos vecinos de la esquina de Olascoaga y Arístides Villanueva habían amanecido sobresaltados tras la detonación de un arma de fuego que terminó con la vida a Germán Corvalán. El intendente aventuraba esa primera hipótesis, pero inmediatamente elegía la mesura y señalaba que había mucho que investigar. El tiempo le daría la razón en todo: en que no fue un asalto y que el trabajo de la Policía y la Justicia sería engorroso.
Muchos de los que presenciaron o estuvieron cerca de la escena y escucharon el sinfín de versiones iniciales, se dieron cuenta de que el caso sería difícil. Una muestra de esto fue que una de las primeras medidas que se tomó para la causa, fue que en lugar de investigarla la fiscalía departamental, lo hiciera la división de Delitos Complejos, cuyos fiscales se reservaban los hechos más particulares y resonantes. El crimen de Corvalán empezó a ser instruido por Claudia Ríos por pedido expreso del por entonces Procurador de la Corte, Rodolfo González.
¿Conflictivo o justiciero?
Dos balazos le pegaron a la víctima con una pistola calibre 22: uno dio en la mano y el otro, el letal, en el tórax. El hombre estaba en la puerta del edificio donde vivía, en Olascoaga 735, a media cuadra de Arístides. Además de vivir ahí, Corvalán era el administrador de esos departamentos, por lo cual era muy conocido.
Sus vecinos recuerdan que era coloso de la seguridad y denunciaba todo lo que fuera irregular en la zona. A los cuidacoches, a algún ladrón y hasta a los dealers de droga que se movían en las inmediaciones. También se animó a hacer escraches con carteles en la vía pública.
Su accionar, lógicamente, le generaba problemas y roces permanentes. “Con los trapitos era cuestión de todos los días”, aseguran. Esto llevó a que los primeros sospechosos fueran quienes cuidaban autos en esas cuadras. La fiscalía los identificó, pero contra ninguno hubo pruebas. “Tenía problemas con mucha gente y no pudimos establecer por dónde venía la bronca contra él”, rememora Ríos.
Que Corvalán estaba preparado ante algún problema, de eso no hay duda. Cuando la Policía revisó su departamento encontró decenas de armas de fuego y más 3.000 proyectiles de distintos calibre.
Su hermano “Caca”, principal sospechoso para la familia
Juan Manuel Corvalán (47), hermano del hombre asesinado, por aquellos años exhibía un prontuario que lo emparentaba con la delincuencia. Causas por robos agravados, violación a la Ley de Estupefacientes y portación de armas eran algunos de sus registros en la Justicia, con estadías en la cárcel incluidas.
Los investigadores pusieron los ojos sobre él por pedido de la familia. El círculo íntimo describió una mala relación entre los hermanos y hasta tejieron hipótesis de un crimen por encargo. “El Caca”, como apodaban al sindicado, fue llamado a declarar días después del homicidio y, según confiaron las fuentes por aquellas semanas, mostró total falta de acercamiento con el hermano. “No tuvimos elementos para acusar a este hombre, ninguna prueba lo comprometió”, precisó la fiscal Ríos.
El menor de los Corvalán hoy nuevamente está en problemas, ya que desde hace 22 días está preso por balear a una bombero. En el mediodía del 6 de junio fueron a rescatarlo por un fuerte olor a gas en su departamento de Godoy Cruz; él estaba dormido y al sentir que le derribaban la puerta, disparó dos veces.
Uno de los impactos dio en un brazo de una efectivo, hecho que le valió la acusación de tentativa de homicidio. Sus abogados intentan excarcelarlo con la hipótesis de que no tuvo esas intenciones y que usó el arma al sentirse amenazado. Además, estaba bajo el efecto de las drogas y el alcohol.
En la casa de “Caca” hallaron seis armas de fuego y cerca de 200 balas, que habrían sido las de su hermano y él se las quedó. Parte de la reacción de Corvalán en este último hecho dicen que está relacionado al crimen de Germán, ya que “desde su muerte vive perseguido y a la defensiva porque cree que le va a pasar lo mismo”, contaron allegados suyos. Incluso, tiene chalecos antibala y hasta una camioneta blindada.
Pasó el tiempo y ahora se apela a la recompensa
Los días, meses y años transcurrieron, y las sospechas, hipótesis y especulaciones sobre el asesinato de Corvalán se diluyeron lentamente. El caso pasó de la fiscal Ríos a su par Carlos Torres con la creación de la Unidad Fiscla de Homicidios, pero estas modificaciones no fueron un golpe de efecto hacia el esclarecimiento. “El paso del tiempo juega en contra de las investigaciones sin resolución, porque los testigos se van olvidando los detalles”, resume un sabueso con experiencia.
Con pocas esperanzas de llegar a buen puerto, el expediente se ha seguido moviendo y la última medida fue renovar el ofrecimiento de una recompensa económica para quien aporte información veraz. Este paso se realizó en noviembre de 2019, pero hasta el momento no arrojó resultados satisfactorios.
“Se sigue investigando, aunque no podemos todavía identificar a un posible autor”, admite un detective de Homicidios. La prescripción del hecho no es un problema ya que, al no tener un acusado formal, este plazo no corre. Sin embargo, llegar a la verdad para este “justiciero” cada día será más difícil.