Tras cuarenta y cinco días de trabajo realizado por los investigadores de la Fiscalía de federal 2 -a cargo del fiscal Fernando Alcaraz-, la Dirección de Investigaciones de la Policía de Mendoza -a cargo del comisario José “Pepe” Vega-, personal de Delitos Tecnológicos, Escuchas Telefónicas y Antisecuestros Extorsivos –muchos de ellos diezmados por efectos del coronavirus- el secuestro extorsivo de Diego Aliaga (51) puede considerarse un “caso cerrado”.
A la espera del resultado final de la necropsia, algunos investigadores consideran que se trata de un caso “no habitual”, otros sostienen que se trató de un “crimen con tintes mafiosos” que se resolvió por la combinación de dos elementos: el importante trabajo investigativo –plasmado en mil setecientas fojas y cientos de horas de videos analizados- terminó cercando al quinto detenido –el chofer Washington Yamil Rosales (32)- y lo obligó a confesar. Luego, marcó el lugar exacto donde estaba enterrado el empresario y despachante de aduana Diego Aliaga (51).
El cuerpo del empresario se encontró en un terreno inculto ubicado en Lavalle, desde Costa de Araujo, unos quince kilómetros camino a Gustavo André, en un lugar que se accede por un camino vecinal y luego por una huella de tierra. El cuerpo estaba a unos diez metros de la huella, enterrado a 50 centímetros de profanidad.
El cadáver fue encontrado cubierto por una manta y una carpa y cuando los peritos lo descubrieron se encontraron con un escenario típico de un crimen mafioso: Aliaga vestido solo con un bóxer, con un trapo en la boca y la cabeza cubierta con una suerte de capucha.
No está muy claro dónde murió Aliaga, si en la casa de la calle Bandera de los Andes al 9000 de Guaymallén o en el depósito de la calle Jujuy al 800 de Ciudad. Así las cosas, a falta de una escena del crimen original, los investigadores tienen una secundaria ubicada en Lavalle. De esta se desprende que Aliaga no recibió heridas de arma blanca ni de fuego. Tampoco estuvo atado. Es decir que sus captores no lo sometieron a duro castigo físico.
Algunos piensan que tal vez quisieron obligarlo a decir algo o a que firmara algún documento. Como fuere, en medio de la tarea “se les fue la mano” porque “el apriete” terminó con Aliaga muerto, tal vez por asfixia por sofocación o bien por una falla cardíaca (eso deberá decirlo el resultado final de la necropsia).
Pero, ¿pudieron los imputados -Diego Barrera (51), su pareja, Viviana Sacolle (46) y dos hijos de ella, Lucas (26) y Gastón Curi (28), además de Washington Yamil Rosales- haber realizado algo así?
Al respecto es importante recordar el “modus operandi” que durante un presunto intento de usurpación realizado en abril de año pasado por Barrera y su mujer. En este caso que es investigado por la justicia local, se puede ver ese mismo accionar mafioso: según las víctimas, la pareja junto a otros sujetos no identificados, irrumpieron de noche en su casa ubicada en vistiendo ropa policial, con chalecos, radios, armas de guerra y hasta una picana, a los gritos e insultos. Los ataron, los amenazaron de muerte y les robaron joyas y dinero. La llegada de la policía obligó a los Barrera a escapar del lugar y a frustrar el intento de usurpación de un terreno valioso.